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martes, 23 de septiembre de 2014

Chile esperó a Graciela


Hace siete años que a Graciela un control médico le descolocó la vida. Un bultito, dijo el ginecólogo. Con ese bultito indisciplinado y rabioso ha convivido siete años; meses mejores, meses peores. Como tantísimas mujeres antes del bultito vivió volcada en sus hijos y también como otras tantísimas mujeres manejó sola la vida de su familia. Funcionaria de Justicia anhelaba cumplir años para jubilarse, para hacer lo que más le gusta, levantarse tarde, desayunar dos veces y hacer realidad uno de sus sueños, viajar a Chile, un país que amó sin conocerlo. Pero ya ven, de pronto un cáncer de mama se abrió paso en su vida y arrimó todos sus proyectos. Sus dos hijos han sido sus enfermeros, el paño de lágrimas donde se refugió cuando el miedo tocaba el timbre. No es mujer de exteriorizar sus sentimientos con la primera persona que se interesa por su salud. Hace años estuvo cerca de la Asociación de Mujeres con Cáncer de Mama y fue, junto a otras cinco mujeres, la que animó a su mejor amiga, entonces superando la enfermedad, todas mactectomizadas, a participar en un reportaje que mostraba en toda su crudeza la vida sin tetas.

La recuerdo el día de las fotos en una casa de Las Canteras con las cinco mujeres decididas, a pecho descubierto. Ese reportaje ocupó la primera página de éste periódico. Impactante. El mensaje era claro: sin pechos se vive pero la prevención es clave. Ocurre que con esto de las redes hemos vuelto a vernos. Los médicos ya le han dicho que su proceso está casi derrotado. Es feliz. Cuenta y no acaba y entre los mil episodios que relata hay uno especialmente conmovedor. Hace un año que sus dos hijos, sus cuidadores, le dieron la sorpresa de su vida. Verano. “Mamá, nos vamos de viaje, no te diremos donde”. A ella le pareció un juego eso de ir al aeropuerto sin conocer el destino. Los hijos, ya saben. Sorpresa, recuerden. Cuando los chicos facturaban a la mujer le dio un pálpito y agarró a uno del brazo: “¿A dónde vamos, Juan?” y ellos, los dos, pillos y felices, no aguantaron más. “Mamá, no te enfades pero vamos a Chile. Es un regalo. Ya estás buena”. El viaje de su vida, el país de sus sueños, mitificado por la figura de Allende.
Le debía una visita, pisar sus calles y en una hermosa plaza liberada detenerse a llorar por los ausentes
http://www.marisolayala.com/

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