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sábado, 16 de enero de 2021

Cerebro y música, una pareja saludable.

 

Artículo de Opinión. 
Cerebro y música, una pareja saludable.
Jordi A. Jauset (*) ASSOPRESS 

Para la mayoría de los mortales resulta imposible imaginarse una vida sin música. Siempre ha estado y está presente, acompañándonos en celebraciones, en momentos alegres y tristes,
 junto a familiares y amigos, pero también en esos momentos de soledad que son tan necesarios para preservar nuestro equilibrio mental.

Sobre la música pueden escribirse artículos, libros, enciclopedias, y siempre quedarían cosas por decir, descubrir y experimentar. No deja de ser asombroso que algo, aparentemente tan sutil, nos afecte en todas las dimensiones y sea capaz de influir en nuestras acciones y/o conducta, pudiendo incluso cambiar nuestra vida. La ciencia, con la ayuda de los avances tecnológicos muestra qué  mecanismos cerebrales y cambios bioquímicos asociados, son los que permiten explicar la influencia de esta energía acústica invisible que el cerebro percibe e interpreta cómo música. Pero, la música, al margen de entretenernos, ofrece posibilidades terapéuticas que cada vez adquieren mayor importancia por sus beneficios en la mejora de la calidad de vida.

En el año 2008, me impactó ver, en un breve documental, el diseño de una aplicación informática que permitía que una persona tetrapléjica pudiera componer y crear música. Era uno de los múltiples desarrollos tecnológicos del famoso Media Lab del Massachussetts Institute of Tecnology (MIT) que llevó a cabo su director, Tod Machover y el estudiante de doctorado Adam Boulanger. El ingenio se basaba en un programa de composición musical (Hyperscore) que manipulaba Dan Ellsey (tetrapléjico) mediante un dispositivo de infrarrojos situado en su frente, a través de los movimientos de los ojos y de la cara, que era lo único que podía mover. Con esos movimientos seleccionaba las notas musicales, el timbre, la dinámica, los ritmos,…que posteriormente podía mezclar y reproducir. La cara de satisfacción de Dan al escuchar sus composiciones es digno de verla.

Posteriormente, y siempre con el objetivo de facilitar el acceso a la música a las personas más imposibilitadas, se han desarrollado otras aplicaciones. Privar a una persona del placer de la música, sea o no músico, cuando padece otras importantes limitaciones, es inaceptable. Es lo que debió pensar el Dr. Thomas Deuel, músico y neurólogo, que le motivó a diseñar el “encefalófono”, una interfaz que controla el sonido sintetizado de un instrumento musical a partir de la actividad eléctrica cerebral captada con un electroencefalograma (EEG).

En este caso, a comparación del anterior, el funcionamiento es distinto. No existe ningún programa informático ni dispositivo de infrarrojos. El estímulo, quién activa la interfaz, es el propio cerebro, las señales eléctricas que surgen de su actividad, que una vez procesadas dan lugar a distintos tonos y timbres.

Para ello, con el fin de conseguir la actividad eléctrica cerebral adecuada, se entrena al usuario para que alcance dos estados mentales distintos, originando dos tipos diferentes de señales eléctricas: un estado de relajación y otro de activación. Para el primero, se invita al usuario a que se imagine que está en la playa, en un día espléndido de verano, descansando plácidamente en la arena, observando el cielo azul y sintiendo la suave brisa marina en su piel. Después, se le pide que imagine que está apretando con fuerza una pelota de goma que tiene en su mano, de forma repetitiva e insistente. Para el cerebro es casi lo mismo “hacer” que “pensar que se hace”, pues se activan prácticamente las mismas áreas, aunque con diferente intensidad. Con ello, se consigue la generación de señales eléctricas en sus áreas motoras cerebrales, que no existen en la fase de relajación y pueden discriminarse fácilmente de ellas.

El dispositivo o “encefalófono” analiza estas señales, las procesa y  las “convierte” en tonos agudos (las procedentes del estado de relajación), y en tonos graves (las relativas al estado de activación). Todo ello se “afina” y se modula electrónicamente para que el sonido musical generado sea el más fiel posible.

Esta interesante aplicación resulta muy útil especialmente para los músicos que, por distintas causas o enfermedades, han perdido la capacidad de movimiento. El poder crear de nuevo música, a través de la imaginación, es un reto apasionante que les proporciona a estos grandes momentos de satisfacción. A su vez, es una potente estimulación cerebral que actúa positivamente en la conectividad neuronal y en las funciones cognitivas.

Es evidente que cualquiera de estas y otras aplicaciones, no hacen posible que la persona recupere su estado de salud “normal”. La música no es un remedio milagroso, pero sí devuelve la esperanza, motiva, e influye positivamente sobre su estado emocional y mental, imprescindibles para evitar un mayor deterioro cerebral que empeore su calidad de vida.

Como bien sabemos, la tecnología es un arma de doble filo. Utilicémosla a nuestro favor, investigando y aplicándola en nuestro beneficio, consiguiendo que “cerebro y música, sean realmente una pareja saludable”.

(*) Dr. Comunicación. Ingeniero, Músico. Divulgador Científico                
                  

 

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