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martes, 22 de mayo de 2018

Racaneando con los chiquillos


 Autora: Marisol Ayala
La pobreza y la marginación huelen. Es un olor característico; a caldero al fuego, a lejía, a tabaco, jaboncillo, cerveza y bajantes. Y tiene una música igualmente identificativa. Máximo volumen, varios soportes sonando a la vez, además de una voz que emite noticias que a nadie interesa. Y los niños. El olor de bebés de padres adolescentes. Ellos tienen mucha presencia en ese mundo. Chicos con sus bebés en brazos mirando sin ver quién entra y quién sale. Pegados a los juegos.

El lector se preguntará de qué historia hablo hoy. Pues es la historia de la pobreza, marginación y menores, las tres patas de un banco que hace mucho cojea. Todos hemos vivido ese escenario en barrios de la ciudad y sabemos cómo de felices son sus moradores, tan felices como ignorantes; cómo trapichean con todo y cómo la unidad familiar que sobrevive a la nada vive temerosa a una citación de Menores; vete a saber si alguien se chivó de irregularidades en casa y les quitan a los niños. Así se vive en demasiados hogares canarios. Sobrevivientes del día a día, haciéndose mayores en ese fango moral.
Al hilo de las denuncias que LA PROVINCIA ha publicado sobre menores de centros de acogida prostituyéndose con adultos que merodean en coches de alta gama he recordado a esos chiquillos a lo que en una larga época de mi vida profesional tuve cerca. Hablo de aquellos niños grandes que entraban y salían de los centros, reformatorios les llamaban, hijos de padres que habían hecho el mismo recorrido; trapicheo, centro de acogida y a la calle sabiendo que la mayoría de edad les cerraría las puertas a una cama y plato caliente. A buscarse la vida con toda las consecuencias, sin asumir riesgos. No los conocen. La mala gestión de Gobierno canario y cabildos en el sector ha ido avanzando años tras años rumbo al pozo negro. Las denuncias que hoy leemos son tan brutales como dolorosas. Avergüenzan. Ya es tremendo que desde 2002 el Gobierno canario no haya incrementado la partida destinada a los centros para poder adaptar la atención a las necesidades actuales; o que cuando el Gobierno cede la gestión a los cabildos estos se inclinen por la oferta más barata, racaneando sin importarles la calidad de esa atención. Eligen a la baja. Y ahora voy y recuerdo que los pibes no votan y la columna me queda redonda. Ellos, los menores, es que importan muy poco.
Nada se podría decir.
FUENTE:  https://marisolayalablog.wordpress.com/

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