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martes, 27 de mayo de 2014

África no es un país----Los curanderos pierden clientes

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johannesburgo no es destino turístico y la gran mayoría de sus visitantes ven en esta capital una parada inevitable para las escalas de los vuelos. Pero merece la pena una incursión en sus calles del centro. Este, que una vez quiso asemejarse a la majestuosidad de Nueva York, está ahora en fase de reinvención.

Precisamente al lado de los barrios en reconstrucción se asienta el mercado Kwa Mai Mai, uno de los más antiguos de esta ciudad, que se fundó al amparo de su propia fiebre del oro y que no tiene intención alguna de modernizarse. Dicen que el nombre de Mai Mai es una abreviatura a la fonética de "minero" en inglés. Las minas que rodean a Johannesburgo y han agujereado su subsuelo dieron lugar a esta enorme capital llena de vida que no puede alejarse de ese pasado.  

Es más, el secreto de su éxito es que se trata del mayor dispensador, por así decirlo, de la medicina tradicional, muti. No lejos se encuentra el Faraday, remodelado recientemente. Gracias a que comparte espacio con una estación de autobuses es una referencia de este sector. Se puede decir que ambos establecimientos han dado dignidad a los curanderos tradicionales, conocidos con la denominación zulú de sangomas, con unas instalaciones correctas y bien condicionadas que atraen a turistas y curiosos que no necesariamente comulgan con estas creencias tradicionales.
En las numerosas tiendas que hay en este mercado, situado al sureste de la ciudad, se puede encontrar de todo, desde pieles de serpientes, guepardos a otros animales disecados poco conocidos y que, en ocasiones, los vendedores esconden porque están incluidos en la lista de especies en protección. Todo tiene su utilidad: la buena suerte, el mal de amores y el mal de ojo o de huesos, la interpretación de los sueños, el tratamiento de las pesadillas, para los dolores físicos y espirituales, dicen los vendedores.
Son 176 las tiendas que llenan el mercado, reconstruido con ladrillo rojo y dividido por tipo de negocios. Están las calles de las herboristerías, con multitudes de raíces y cáscaras de árboles; las de piles y huesos al sol, o las de trajes y utensilios tradicionales, la de muebles macizos e, incluso, la de los ataúdes. De todo.
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