María Sánchez.
La crisis que venimos arrastrando desde hace muchos
años ha llevado a muchas personas, familias enteras en muchos casos, a depender
de la caridad humana que llega desde varios puntos y diferentes maneras.
Pero, ya sabemos que España es el país donde la
picaresca montó sus reales. El más fiel representante lo tenemos en El
lazarillo de Tormes y por ende al que más se le imita.
¿Quién no conoce a una persona que siempre anda con
la lagrima en el ojo para inspirar compasión de todo el que le rodea? Hacerse
la victima a la menor ocasión e ir llorando por las esquinas todo a cambio de
vivir a costa de otro sin dar un palo al agua.
Desgraciadamente, para algunas de estas personas, es
fácil acostumbrarse a que le den todo hecho sin impórtale lo más mínimo el que
dirán y sin el más mínimo pudor ni vergüenza.
Esto nos lleva en ocasiones, a dudar de aquellos que
realmente lo necesitan haciendo que miremos para otro lado, por temor a caer en
las garras de algún desaprensivo para el que seremos el hazme reír de los
humanos.
Personalmente conozco a algún elemento de esta
ralea, a quien le fue más cómodo seguir tendiendo la mano para pedir, que
doblar la espalda para ganarse un sueldo.
El termino de “La sopa boba” viene de tiempos de la
Edad Media, haciendo referencia a un plato de sopa que se servía en centros de
beneficencia a personas necesitadas. Sin embargo no queda claro el porqué del
nombre. Hay muchas opiniones al respecto, entre ellas una, nada ortodoxa, que
hace referencia a que las personas que la comían, al ser pobres lo hacían con
la boca abierta. Tal vez la más fiel sea la que apunta a que se elaboraba con
unos ingredientes tan pobres como las personas a la que iba destinada. Gente
sin recursos, estudios ni educación, a los que en la antigüedad llamaban los
bobos de la ciudad.
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