MARÍA SÁNCHEZ
Cuando pensamos que ya lo tenemos todo visto y leído, en cualquier medio de comunicación, la cruda realidad nos despierta con una noticia que paraliza nuestro corazón y nuestro cerebro.
No descubro nada si digo que cada país tiene sus costumbres, creencias, o tradiciones que van desde la vestimenta hasta la alimentación, pasando por un sin fin de cosas tan dispares y diferentes, que nos hace ser diferentes a unos de otros.
Sin embargo, entre tanta diversidad de costumbres, hay una que predomina en todos los países sean cuales sean. Se trata de la manifiesta divergencia existente entre hombres y mujeres. Ésta comienza haciendo una notoria diferencia en los sueldos que cobran unos y otras, aún realizando el mismo trabajo y en la misma empresa. Se lleva este contraste hasta los hogares, donde ya se notan algunos cambios, pero mayoritariamente es la mujer la que se encarga de los trabajos más básicos dentro de la casa.
Pero los que se llevan la palma en lo que a discriminación, vejación y falta de respeto hacia las mujeres, son los países árabes y africanos. Concretamente en Yemen se continúa con la práctica de casar a niñas, desde ocho años, con hombres hasta cinco veces mayores que ellas, por supuesto que la opinión de la niña no cuenta para nada, ya que es una costumbre tan arraigada que incluso lo ven normal.
Recientemente una de estas niñas, de ocho años, murió en su noche de bodas a causa de los desgarros internos que le produjo su esposo. Por la falta de formación anatómica han muerto muchas niñas en el momento del parto, pues sus órganos no están desarrollados para tal fin.
Muchas organizaciones están luchando para erradicar esta aberrante tradición arcaica y repugnante. Es una ambición que será muy difícil de llevar a buen fin ya que, por un lado existen sus creencias y por otro, que la familia se encuentra con el handicap de vivir en un país tan pobre donde los padres, se ven obligados a vender a sus hijas, para poder subsistir el resto de la familia.
Es más que un sueño una pesadilla, pensar que en pleno siglo XXI se esté viviendo esta situación. Resulta inconcebible saber que, mientras los países ricos gastan tanto dinero para mandar artefactos a la luna, en el otro lado del mundo unas niñas tengan que sacrificar, no sólo su niñez sino inclusive su vida, para que su familia pueda paliar su hambruna.
Ante semejante situación tenemos que preguntarnos ¿Qué hacen los gobiernos ante esta aberración hacia las mujeres, o como en este caso hacia unas niñas inocentes?
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