Mary Almenara.
AGUA FRESCA DE LA PILA
Su caminata de hoy ha sido larga y
fatigosa, se diría que agotadora así, agotada,
se siente ella después de andar tres horas por aquellos caminos abruptos y
serpenteantes.
Partió de su casa cuando apenas el sol
apuntaba en el horizonte, pintando con sus luces rojo - amarillento las
montañas que podían verse a lo lejos. El aire se notaba fresco por lo que
decidió coger una parka que la protegiera del frío.
Cerró la puerta cerciorándose que todo
quedaba en orden, e inicia el camino seguida muy de cerca por su fiel perro
Luki: lo llamó así por aquella serie de dibujos animados que tanto le gustaba.
Juntos y felices emprenden el camino hacia
la meta que se ha propuesto conseguir hoy. El paisaje que tiene ante sus ojos
empieza a enamorarla y percibe como el aroma de los pinos, penetra por su nariz
hasta llegar a sus pulmones llenándolos de aire puro y limpio.
Ya percibe a lo lejos la majestuosidad del
anciano Roque Nublo que como un dios se alza hasta el cielo. Hace una pequeña
parada para tomar un poco de agua y darle de beber a su mascota.
El sol se ha instalado en el cielo y nota
que el calor comienza a hacer mella en su cuerpo pero continúa su caminar. Allá
a lo lejos vislumbra una casa y dirige sus pasos hacia ella buscando un poco de
sombra.
Al llegar la recibe una simpática anciana
que la invita a pasar a la vez que le ofrece un poco de agua.
Penetra hasta el patio donde, presidiendo
todo el entorno, se encuentra una talla de barro casi cubierta por el
culantrillo que cuelga de la pila de
estilar.
Toma un café con la señora y continua su
camino acompañada de su fiel perro Luki.
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