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martes, 23 de enero de 2018

IN MEMORIAM. No pudo ser Perico …

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 Autora Marisol Ayala.
La muerte de Perico González Lino, el Gofión más querido, ha dejado en mí despacho tres folios en blanco. Tres folios con los que hace dos años decidimos vernos y poco a poco, sin prisa, pero sin pausa, dedicarle a Lino un capítulo de la sección “Memorias”,

que habíamos iniciado en La Provincia, es decir, un amplísimo reportaje de cinco páginas que se publicaba durante tres días seguidos. Hablo de hace dos años, un tiempo en el que me metí a escribir mi libro Historias Prestadas. Se lo dije. “Tengo que terminar un trabajo, nada, un par de meses”. Respuesta. “Marisolilla, termina, termina eso que hay tiempo”. Cuando salí de aquel lío algo se puso por medio (La Ser creo) y se retrasó todo. Los meses iban pasando, el libro viajó a Barcelona y un día de hace aproximadamente un año, mucho más liberada, decidí llamarlo y comenzar el trabajo. No sé, pero un pálpito me aconsejó hablar con amigos comunes, es decir con gente de la música, amigos de la familia. Supe entonces que estaba sometiéndose a estudios médicos y volví a ponerme en modo espera. Un día de hace un año y algo lo llamé y se alegró, eso siempre lo notas. El bueno de Perico Lino celebró la llamada y me dijo cariñoso: “los domingos abro La Provincia y me quedo en tu columna, me gusta”. Aproveché para allanar el terreno de cara a la entrevista que teníamos en marcha. Como soy una experta en meterme en todos los charcos ya me había metido en otro. La vida seguía arrancándole páginas al calendario.


Total, que me planté en el año que acabó y con la esperanza de sentarnos de una vez llamé a su casa y le noté preocupado así que de nuevo aplacé la cita. Eran entrevistas largas así que esperé a que estuviera animado. Seguí picando de acá y de allá y pospuse el encuentro; no insistí hasta hace cuatro o cinco meses, no recuerdo bien. Hablamos un rato y ya quedamos en firme para un día en el que Perico Lino tenía control médico y no lo recordaba. Ya me mosqueaba tanto médico y pregunté. “Está delicadillo, deja que remonte”, aconsejó un amigo común. Así lo hice pero le llamé en varias ocasiones para saber cómo seguía. En una de esas comunicaciones hablamos un rato y le recordé un “esperándote estoy, Perico. Desde que quieras nos vemos”. Y no.
Yo creo que hace un mes y medio, dos como mucho, lo llamé de nuevo preocupada. Sin rodeos me dijo un “No sé si sabes que estoy enfermo, cuando me ponga bien te llamo”. El amigo Fernando Benítez me situó en la gravedad de Lino de tal manera que moriría semanas después.
Después de haber coincidido tantas veces durante tantos años nunca entrevisté a Perico Lino, siendo el personaje que era. Jamás. Cuando lo intenté era demasiado tarde. La vida no nos ayudó, la vida nos cerró el paso.
Descansa en paz querido y admirado amigo.

FUENTE:  https://marisolayalablog.wordpress.com/

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