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martes, 13 de agosto de 2013

¿Hasta cuándo?



Vengo indignada. Acabo de ver en el telediario que algunos políticos alemanes de primera fila han dimitido ipso facto al salir a la luz pública el hecho de que, en su día, cometieron plagio en sus tesis doctorales. “¿Y por qué se indigna esta?”, se preguntará la mayoría, perplejos. Pues porque, al escuchar la noticia, no he podido evitar que, inmediatamente, mi mente calenturienta comparase a estos políticos, que si bien no han sido un ejemplo de honestidad e integridad en su comportamiento académico, al menos han tenido la decencia de asumir las consecuencias de sus actos, con los que tenemos en este país de pandereta nuestro, y al intentar entonces imaginarme cuál sería la reacción más probable de nuestros propios dirigentes si esto ocurriese en España, la única conclusión posible a la que pude llegar, y estoy segura de que estarán de acuerdo conmigo, fue la siguiente: reírse. Partirse la caja, vamos. Descojonarse, hablando mal y pronto.

Porque a ver, si aquí nuestros alcaldes, concejales, diputados, tesoreros y hasta ministros roban impunemente y se van de rositas. Si se ríen en la cara de la justicia y se quedan tan anchos. Si nuestro propio presidente del Gobierno nos miente en las narices sin que le cambie la expresión de la cara y, además, se fuma un puro, díganme ustedes a mí qué otra reacción podrían tener ante un hecho como este, aunque para sus homólogos alemanes sea tan serio como para sentirse en la obligación de presentar su dimisión.
Al fin y al cabo, ¿qué se puede esperar de unos dirigentes que se pasean en coches de alta gama, cobrando dietas injustificadas y sueldos desorbitados y asistiendo a almuerzos e inauguraciones sin querer enfrentarse a la realidad del parado, el moroso por necesidad, o el suicida en potencia por pura desesperación, mientras intentan convencernos, sin que les tiemble ni una ceja, de que la única forma de poner fin a esta situación desesperada en la que estamos cada vez más inmersos es bajarnos los sueldos y subirnos los impuestos, pero ellos siguen disfrutando de sus privilegios? La respuesta es nada. Absolutamente nada más que corrupción y mentiras.
La indignación que sentí, que aún siento, fue la misma que cuando, no hace mucho, me enteré de que el Ministro de Medio Ambiente alemán se desplaza en bicicleta, mientras que los nuestros no se bajan del Audi ni para ir a comprar el pan, o cuando vi la comparecencia del señor Rajoy en el Congreso afirmando que él lo estaba haciendo divinamente y por eso no se iba a ninguna parte, o cuando leo sobre la “fuga de cerebros”, o de como a los talentos españoles no les está quedando más remedio que emigrar debido a la falta de recursos… Podría llenar páginas y más páginas con todo lo que me indigna de la gestión de mierda y sus consecuencias que están haciendo estos políticos nuestros. Y seguro que ustedes añadirían unas cuantas decenas más. ¿O me equivoco?
Al final del día, sólo hay una pregunta que me asalta desde hace ya mucho: ¿Hasta cuándo? ¿Cuánto más podremos soportar? ¿Qué  estamos esperando para reaccionar, para hacer como hicieron los islandeses y echarlos a todos? ¿Cuánto más tienen que atornillarnos, presionarnos, jodernos, para que saltemos, por fin?
autora : María Sánchez Lozano

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