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martes, 13 de agosto de 2013

El enfado de Sabino y otros secretos de camarote de los yates del Rey



El yate Fortuna III no puede compararse ni de lejos con el Sirimiri, el primer barco que tuvo Don Juan Carloscon sólo nueve años, en 1947; se lo trajeron los Reyes Magos en su primer año en Villa Giralda. Luego, como es lógico, Juanito descubrió que los Magos de Oriente eran en realidad un grupo de fieles monárquicos de Bilbao, que habían obsequiado a su padre con aquel pequeño crucero de regata construido por Udondo que acabó en sus manos.

Recién subido al Trono de España, en 1976, Don Juan Carlos empezó a veranear en aguas mallorquinas y estrenó su primer yate Fortuna que, más que pobre, parecía el hermano paupérrimo de otros grandes yates de auténtico lujo como el Pasage di Venezia, Il Moro di Venezia, el Extrabeat o el F-100, propiedad de sus amigos empresarios Giovanni Agnelli y Raul Gardini.

Construido en los astilleros Viudes de Barcelona, se intentó que este primer Fortuna fuera una embarcación ligera, utilizándose para ello materiales plásticos que le proporcionasen un aire más moderno y deportivo. Pero de poco o más bien nada sirvió este propósito al ver luego cómo el Fortuna navegaba junto al majestuoso yate del ReyFahd de Arabia Saudí, quien, tal vez conmovido por la austeridad de su homólogo español, decidió regalar a Don Juan Carlos su segundo Fortuna en 1979.


Era éste, desde luego, un barco espléndido comparado con el otro, construido en Estados Unidos con todos los adelantos técnicos de la época. Don Juan Carlos creyó oportuno entonces vender su primer Fortuna. El regalazo del Rey Fahd no figuró en la declaración de la renta, que ya entonces empezaba a presentar el monarca como un español más, porque oficialmente el titular de la embarcación era Patrimonio Nacional, la institución pública que costeaba su mantenimiento.

Durante sus casi diez primeros años de vida, el segundo Fortuna hizo las delicias del soberano. Pero luego se quedó anticuado. Se pensó así en un recambio que, tras no pocas vicisitudes, se concretó finalmente en la generosa oferta de un grupo de empresarios mallorquines del sector turístico -Gabriel BarcelóCarmen Matutes (hija del ex ministro de Exteriores Abel Matutes) y Gabriel Escarrer, entre otros-, dispuestos a regalar al Rey un precioso yate. 

Pero Sabino Fernández Campo se opuso enérgicamente a esta iniciativa por entender que ese tipo de obsequios podía hipotecar la independencia del monarca respecto a los empresarios, con quienes un jefe del Estado jamás debía asumir deuda alguna. 

Mi amigo Juan Balansó (q.e.p.d.) compartía esta reflexión. En más de una ocasión me hizo partícipe de ella, e incluso llegó a publicarla en el diario El Mundo bajo el título Las trampillas del yate real, con el consiguiente disgusto de la Casa Real, pues para entonces Don Juan Carlos ya había aceptado encantado el regalazo de sus súbditos. "¿Es de recibo que Don Juan Carlos acepte tal regalo proveniente de bolsillos privados, de los que en adelante Su Majestad se convierte en deudor?", se preguntaba con su habitual perspicacia Balansó en diciembre de 1997.

Balansó trajo entonces a colación las reveladoras declaraciones de Doña Sofía a Pilar Urbano, en las que a la Reina se le escapaba el siguiente comentario: "Tenemos (sic) una casa en Lanzarote: nos la regaló el rey Hussein de Jordania y nosotros la cedimos al Patrimonio Nacional. Es demasiado caro mantener ese tipo de casas, y encima pagar impuestos, y el día de mañana la transmisión para regalársela a los hijos…". 

El Fortuna es así un auténtico tesoro náutico cuyo mantenimiento han financiado los españoles, a través de Patrimonio Nacional, desde su botadura en 2000. Si en 2004 mantenerlo costó exactamente 2.076.766 euros, según las propias cuentas de Patrimonio Nacional, podría colegirse que en los 13 años en que el yate ha estado en manos públicas su cuidado habría costado… ¡más de 26 millones de euros! 
fuente : http://www.elsemanaldigital.com

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