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martes, 13 de diciembre de 2016

Odios ajenos



Mi amigo me recogió en casa para salir rumbo a Gáldar con el fin de ver un coche que quería comprar. Nos vemos poco y siempre aprovechamos cualquier hueco para encontrarnos y reírnos un rato. Es muy ocurrente. Cuando subí al coche me presentó a una señora a la que yo no esperaba y a la que saludé percibiendo en su cara cierto rechazo. 

“Tendrá un día malo”, pensé. Durante el trayecto no abrió la boca y ambos, mi amigo y yo, intentamos de mil formas cómo soltarle la lengua porque la situación era incómoda. Gran fracaso así que decidí olvidar que en el vehículo íbamos tres personas. “Tía rara, pensé·”. Contrariada y nerviosa a la menor oportunidad ella bajaba del coche para fumar. Alta, fuerte, rubia y de ojos claros. Habló un poco del mar, de las fotos que coleccionaba, de las casas de comida que conocía y de su marido. Y poco, apenas nada, de sus hijos. La conversación se encaminó por ahí hasta que comentó: “Yo lo he dicho en casa. Sería feliz si no tuviera hijos”. Entonces supe que tiene tres. Su comentario llamó mi atención. Parecía no encerrar otra cosa que el habitual desencuentro con los hijos y hablamos de eso, de lo complicado que es criarlos, educarlos.  “Mucho”, dijo mientras miraba por la ventana. Desde que pudo el amigo me contó que seis años antes la situación económica de su familia era buena pero la crisis y algunas cosas lo derrumbó todo. Sus comentarios eran señales que yo no captaba pero sospechaba que iban contra mí. Una cosa rara porque yo no la había visto en mi vida. Entendía poco, bueno, no entendía nada.  Fue entonces cuando el amigo me dio un codazo y me hizo un guiño en modo “luego te cuento”.
Cuando regresamos a Las Palmas nos sentamos en La Puntilla y en pocas palabras el amigo me aclaró lo vivido. “¿Recuerdas cuándo te dije que tenía una amiga uno de cuyos hijos había sido víctima de Torres Baena, el de la Secta del kárate?”, sí, le dije, “Es ella”. 10 años de abusos a los que sus padres eran ajenos.  La vida del muchacho no volvió a ser la misma, problemas y secuelas por los abusos a los que fue sometido por el laureado karateca. Los abogados se lo llevaron todo y Baena casi su vida. Haber escrito un libro sobre del caso con Miguel Ayala, mi hijo, no lo ha perdonado.
Nos odia.
fuente . http://www.marisolayala.com/

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