Que nadie busque conspiraciones, oscuros intereses o cambios de uso del suelo. La mera mención de la reforma de la Ley de Montes en lo que está pasando en Asturias, Cantabria o Vizcaya delata, nuevamente, a los ignorantes y los que quieren utilizar el problema de los incendios forestales como arma política, en vez de querer entender la complejidad del problema, y ahondar en sus causas y soluciones.
Y detrás de estos incendios forestales está una parte del sector ganadero, ya lo han dicho también los expertos, que matizan la información pidiendo que no se hagan juicios rápidos ni que se culpabilice a todo el sector. Y, precisamente, porque la mayor parte de los incendios de invierno son provocados por ganaderos, más del 80% de lo que se quema es superficie forestal no arbolada, principalmente matorral.
También queman el monte, aunque en menor medida, los cazadores, con la intención también de eliminar el matorral y atraer especies cinegéticas que tienden a desaparecer cuando el terreno forestal se cubre de matorral. Pero este año las quemas descontroladas han afectado a masas arboladas.
Históricamente, en las sociedades rurales cuya economía se ha sustentado en la actividad ganadera, la utilización del fuego ha sido la vía para ampliar la superficie de pasto y eliminar el matorral. Ellos lo llaman “quemas”. Y estas quemas se hacen durante el invierno, cuando el ganado está estabulado o en las zonas más bajas. Y cuando los efectos del fuego suelen ser más modulables, aunque ya hemos visto que esto no siempre es así. Sin poder excluir el oportunismo de algún pirómano aislado, que son un porcentaje bajísimo de la causa de incendios, estas malas prácticas ganaderas están detrás de la mayoría de los incendios que se están produciendo estos días en las montañas de Galicia, Castilla y León, Asturias, Cantabria, el País Vasco y Navarra.
Las quemas ganaderas autorizadas y controladas, que podrían considerarse un mal menor, son la forma de adaptar una práctica “tradicional” dentro de parámetros asumibles desde el punto de vista ambiental, aunque los efectos del fuego sobre el suelo son objeto de intenso debate dentro del ámbito científico y conservacionista. Lo que no es objeto de discusión son el carácter delictivo de las “quemas” que se producen sin permiso y supervisión administrativa, y en condiciones meteorológicas adversas, provocando fuegos descontrolados y constituyendo un problema de seguridad pública. Delito por cierto perseguido por el actual código penal.
El paisaje de la montaña en la península ibérica está cambiando rápidamente, pero los cambios en la sociedad rural no lo hacen a igual ritmo: los pastizales de las montañas se llenan de matorral pero la práctica ancestral del uso del fuego permanece. Hay que buscar soluciones, tanto por la vía de los desbroces mecánicos para eliminar matorral como a través de la utilización del fuego de manera controlada por parte de la administración (quemas prescritas). Y la persecución del delito, para aislar a quienes no acatan la ley. Todo lo que se haga para apoyar la pervivencia del sector ganadero responsable en nuestras montañas irá en beneficio de la conservación de estos paisajes.
Los incendios no se apagan en invierno, como reza el tópico, se apagan cuando se producen, que como hemos visto puede ser cualquier época del año. Pero la prevención de los mismos y la mejor gestión de la lucha contra el fuego empieza durante la aprobación de los presupuestos y durante la ejecución de políticas de desarrollo rural que pongan el sector forestal y ganadero en el lugar que corresponde por su peso territorial.
Ahora que la lluvia ha facilitado la extinción de los fuegos, habría que mirar los presupuestos generales del Estado para 2016 y los respectivos presupuestos de las diferentes Comunidades Autónomas para ver si el problema está realmente en vías de solución o seguimos al pairo esperando el próximo fenómeno meteorológico extremo, sea ola de calor de 30 días como la del pasado mes de julio, otoños sin apenas lluvias o meses de diciembre como el que estamos viviendo.
Históricamente, en las sociedades rurales cuya economía se ha sustentado en la actividad ganadera, la utilización del fuego ha sido la vía para ampliar la superficie de pasto y eliminar el matorral. Ellos lo llaman “quemas”. Y estas quemas se hacen durante el invierno, cuando el ganado está estabulado o en las zonas más bajas. Y cuando los efectos del fuego suelen ser más modulables, aunque ya hemos visto que esto no siempre es así. Sin poder excluir el oportunismo de algún pirómano aislado, que son un porcentaje bajísimo de la causa de incendios, estas malas prácticas ganaderas están detrás de la mayoría de los incendios que se están produciendo estos días en las montañas de Galicia, Castilla y León, Asturias, Cantabria, el País Vasco y Navarra.
Las quemas ganaderas autorizadas y controladas, que podrían considerarse un mal menor, son la forma de adaptar una práctica “tradicional” dentro de parámetros asumibles desde el punto de vista ambiental, aunque los efectos del fuego sobre el suelo son objeto de intenso debate dentro del ámbito científico y conservacionista. Lo que no es objeto de discusión son el carácter delictivo de las “quemas” que se producen sin permiso y supervisión administrativa, y en condiciones meteorológicas adversas, provocando fuegos descontrolados y constituyendo un problema de seguridad pública. Delito por cierto perseguido por el actual código penal.
El paisaje de la montaña en la península ibérica está cambiando rápidamente, pero los cambios en la sociedad rural no lo hacen a igual ritmo: los pastizales de las montañas se llenan de matorral pero la práctica ancestral del uso del fuego permanece. Hay que buscar soluciones, tanto por la vía de los desbroces mecánicos para eliminar matorral como a través de la utilización del fuego de manera controlada por parte de la administración (quemas prescritas). Y la persecución del delito, para aislar a quienes no acatan la ley. Todo lo que se haga para apoyar la pervivencia del sector ganadero responsable en nuestras montañas irá en beneficio de la conservación de estos paisajes.
Los incendios no se apagan en invierno, como reza el tópico, se apagan cuando se producen, que como hemos visto puede ser cualquier época del año. Pero la prevención de los mismos y la mejor gestión de la lucha contra el fuego empieza durante la aprobación de los presupuestos y durante la ejecución de políticas de desarrollo rural que pongan el sector forestal y ganadero en el lugar que corresponde por su peso territorial.
Ahora que la lluvia ha facilitado la extinción de los fuegos, habría que mirar los presupuestos generales del Estado para 2016 y los respectivos presupuestos de las diferentes Comunidades Autónomas para ver si el problema está realmente en vías de solución o seguimos al pairo esperando el próximo fenómeno meteorológico extremo, sea ola de calor de 30 días como la del pasado mes de julio, otoños sin apenas lluvias o meses de diciembre como el que estamos viviendo.
¿Qué puedes hacer tú?
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