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jueves, 27 de noviembre de 2014

La Gomera, única isla canaria donde habita la araña de terciopelo









Con abdomen voluminoso y mucho vello, las llamadas "arañas de terciopelo" se distinguen de sus parientes por su peculiar forma de tejer la seda en túneles y de las apenas cien especies que habitan en el mundo, una lo hace en Canarias y es endémica de La Gomera, donde es conocida como "araña elefante".

Gloria Ortega, conservadora de Entomología del Museo de la Naturaleza y el Hombre, dependiente del Cabildo de Tenerife, señala en una entrevista a EFE que a las arañas del grupo Eresidae se las conoce como "arañas de terciopelo" por la densa pilosidad que les cubre todo el cuerpo, pero también muestran gran originalidad a la hora de utilizar la seda.


Se trata de una pequeña familia que cuenta con un centenar de especies mundiales distribuidas mayoritariamente en zonas áridas de África y la parte más oriental de Europa y en Canarias existe una única especie (Eresus crassitibialis), endémica de La Gomera y conocida como araña elefante.

Estas arañas suelen construir bajo el suelo un túnel cuyas paredes forran con gran cantidad de seda y la parte superior del nido se prolonga al exterior en forma de techo, también espesamente tapizado y camuflado con la vegetación, añade Gloria Ortega.

Sin embargo, a diferencia de ellas, la especie de La Gomera no excava, sino que teje el tubo de seda directamente en el suelo y lo disimula con pequeñas piedras colocadas por encima de la tela.

"Boca arriba, la araña se desplaza por el techo hacia la entrada del nido cuando recibe las vibraciones producidas por alguna presa, atrapándola y conduciéndola al interior", indica la entomóloga, quien subraya que en Canarias el grupo de arañas es muy interesante debido al alto nivel de endemismos.

Precisa que de las casi 500 especies conocidas, unas 300 son endémicas de las islas, una tasa de más del 60 por ciento, y entre ellas destaca el género Dysdera que, con 46 especies, tiene 40 endémicas del archipiélago.

Pero las arañas en general provocan fascinación por la tela que tejen, cuya seda, además de impermeable, es cinco veces más resistente que un hilo de acero del mismo grosor y dos veces más elástica que el nailon.

La seda que teje la araña posee unas propiedades que ninguna otra sustancia conocida ha podido igualar, indica la investigadora, quien detalla que se trata de un compuesto proteínico expulsado en forma de fluido a través de unos orificios -las hileras- situados en el extremo del cuerpo de estos arácnidos.

"Todas las arañas son capaces de producir seda, aunque no todas construyan telarañas. Este hecho, unido a la ubicación en el abdomen de las glándulas responsables, permite establecer una primera diferencia entre ellas: a simple vista, las arañas tejedoras poseen un abdomen mucho más voluminoso que las cazadoras, que buscan activamente a sus presas y nunca fabrican telas para atraparlas", precisa la entomóloga.

Además las arañas han desarrollado la capacidad de elaborar distintos tipos de seda según la función que vaya a tener, hasta el punto de que las especies más evolucionadas pueden llegar a poseer siete glándulas que elaboran otros tantos tipos distintos de seda.

Con ella pueden atrapar, inmovilizar y amordazar a las presas, transferir los espermatozoides a la hembra durante el apareamiento, hilar telas y capullos protectores de la puesta de huevos e incluso construir refugios temporales ante inclemencias del tiempo o para pasar la noche.

Pero asimismo pueden fabricar una especie de puerta o tapa en las madrigueras excavadas en el suelo y servir como sensor de movimiento al caer una presa en la tela, o como cuerda de seguridad al saltar, caminar o desplazarse en posición invertida.

Incluso, si hay escasez de alimento, la seda puede ser usada por la araña para consumo propio.

Estos invertebrados de ocho patas, parientes próximos de los insectos, también necesitan mudar para poder crecer, pues su tegumento fuerte y rígido les impide aumentar de tamaño, prosigue Gloria Ortega.

Como ejemplo, detalla que algunas especies, entre ellas las tarántulas, cuando llega el momento de la muda tejen en el suelo una tela de seda grande y tupida sobre la cual se tumban boca arriba hasta que la cutícula -el esqueleto externo- se resquebraja "como una camisa vieja y es sustituida por otra nueva, más cómoda para el animal tras el crecimiento".
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