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sábado, 16 de octubre de 2021

AGUA FRESCA DE LA TALLA

 


Salió de la casa cuando el sol apenas empezaba a nacer en el horizonte. Era la hora favorita para hacer su diario paseo, le gustaba hacerlo temprano para disfrutar de las vistas que le ofrecía el paisaje, sentir como al pasar por entre los arbustos del camino, estos humedecen sus manos con las gotas de rocío que la noche dejó sobre ellos.

El camino era serpenteante pero tan agradable que lo recorría cada día… recibir el aroma de la retama que comenzaba a abrir sus pequeñas flores, escuchar el zumbido de las abejas entre los tajinaste, eran para ella la mejor y más dulce melodía.

Al mirar a lo lejos vio el verde manto que formaban las tabaibas, relinchones y escobones que animaban el paisaje de flores blancas.  Continúa su paseo, siempre acompañada por su pequeña perrita Dotti, tan incansable como ella.

La caminata  ha sido larga y fatigosa, se diría que agotadora  por lo que decide sentarse para tomar un poco de agua de la cantimplora que lleva consigo. Al poco continúa el camino que la lleva hacia su lugar favorito, la parte alta del pueblo, su pueblo de Tejeda.

Ya percibe a lo lejos la majestuosidad del anciano Roque Nublo que como un dios se alza hasta el cielo, a su lado el Bentayga, y como solapada, casi escondida, divisa la figura de la rana.

Como cada día su corazón se expande ante tanta maravilla, guarda silencio como si entrará en éxtasis, como si rezara una oración ante tales dioses de nuestra tierra.

El sol se ha instalado en el cielo y nota que el calor comienza a hacer mella en su cuerpo por lo que decide hacer el camino de vuelta. Primero pasa a saludar a la dueña de la dulcería Nublo para continuar hasta la casa de doña Antonia.

Al llegar la recibe, como siempre, una simpática anciana que la invita a pasar a la vez que le ofrece un poco de agua. Penetra hasta el patio donde, presidiendo todo el entorno, se encuentra una talla de barro casi cubierta por el culantrillo que cuelga  de la pila de estilar.

Saborea con deleite el agua fresca que con tanto cariño le ofrece la anciana y se dispone a emprender de nuevo su camino.

Al salir  mira de nuevo al frente y cree ver  cómo aquellos nobles riscos se despiden de ella con un “vuelve mañana”.

Mary Almenara.

 

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