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martes, 22 de septiembre de 2015

Resaca a los 30


Carla Sánchez

El viernes pasado se produjo una catástrofe. Nos encontramos por casualidad en un restaurante seis personajes con una desgracia en común: nos gusta el vino. A petición de uno de ellos, quizá el más peligroso, he querido compartir con todos, lo que se sufre en una resaca a los 30, porque, como bien dice mi amigo “Nada tienen que ver con las de la década anterior”.
Atrás quedaron los tiempos en que empatabas una marcha con limpiar la casa con la música puesta, una tarde en la playa ó para los espartanos, una carrerita por el Parque Romano. El primer problema de los 30 es que ya no te parece extraño que haya una cubitera con una botella junto a la mesa, es más, es un insulto que no lo esté. Con 20 la duda estaba entre coca-cola o fanta… benditas sean.
De cómo te vienes arriba en un almuerzo cualquiera, no voy a contarles nada que no sepan, primero hablamos del tiempo, la prensa, las noticias, la decoración del local, risitas, la comida, risitas, te quiero montón, me acuerdo de aquel día, me río hasta de la servilleta, te quiero montón otra vez, el día que yo me case, el día que me casé (esto suele traer risas de fondo), te quiero pero no sabes cuánto, te quiero, te quiero y te quiero.

El primer factor de riesgo de la resaca de los 30 es cualquier tipo de música, hilo musical, ritmo lejano o tono de móvil que te recuerde a un momento de tu vida, porque ahí no hay vuelta atrás, vas a arrancarte a cantar y comienza el principio del fin, porque del canturreo al baile van escasos metros, del baile al vaso roto, centímetros, del vaso roto a gritar ¡Feliz Año nuevo! en pleno Agosto, milímetros. El segundo factor de riesgo para la resaca de los 30, verificado por la ciencia, es la nocturnidad. La falta de luz nos da un plus de peligrosidad en el que estás totalmente convencida de que pareces Sofía Loren en los 70 en cualquiera de tus posiciones, hecho que descartas de manera traumática al día siguiente.
Todo lo anterior hace una masa madre, origen y causa de todos los males del treintañero, pues, al día siguiente, tienes que raspar todo lo que puedas desde tus inicios en esta vida, para alcanzar de alguna manera un objetivo complicado: Ser Persona.
Volver a ser personas, es un proceso tan complejo, como la creación del propio universo, ese día, es el día en el que probablemente, las empresas vende colchones, los corredores de seguros, tu asesor comercial del banco, las compañías telefónicas, el canal satélite… de saber cómo te encuentras, hubiesen llamado, porque precisamente ahí, las probabilidades de encasquetártelo todo a cambio de un paracetamol crecen como la espuma de las cañas del la noche anterior. Aquí llegamos a otro punto peliagudo del asunto, abrir los ojos y emprender una búsqueda desesperada y agonizante de un vaso de agua y un paracetamol, van de la mano. Nunca una pastilla tuvo un valor tan en alza a tus 30, sin paracetamol no hay mañana.
Para alcanzar esos miligramos concentrados de calma mental, probablemente tengas que pasar antes por un abismo cruel: La luz del sol. La última luz que has visto fue la que encendió el taxista en la puerta de tu casa para que encontrases el dinero y sinceramente era un mal necesario, pero la luz del sol, son palabras mayores, ¿Cómo es posible que los Teletubbies se alegraran tanto de verlo?, malditos, no estaban de resaca, ni tenían 30 años.
Cuando tu estómago coge tino y logras despistar del todo las náuseas, un instinto primitivo se apodera de ti, se llama hambre y te comerías al gato, esta maceta, el marco de la puerta, el mando (porque llevas en el sillón lo indecible vegetando)…gracias a dios con una llamada salvas este escollo, pidiendo comida para veinte comensales, ya que, todo el folleto te apetece, los puntos y las comas también.
En lo que llega la comida, pasas por el túnel de lavado, dejando la mirada perdida en un azulejo de la ducha mientras te cae el agua por encima, no te preocupes, esto es bueno y te hace recuperar un porcentaje aceptable de razón, la misma, que te recuerda que mires el móvil para comprobar que no estás solo en la tierra, tus semejantes comparten contigo por whatsapp un lema: No vuelvo a beber, lo juro.
Este lema, que es precioso, empieza a desvanecerse a partir de las cinco de la tarde del miércoles, porque ya el jueves, los tambores de Jumanji te están llamando al pecado, haces un esfuerzo por resistirte, pero el viernes ya tienes los dados en la mano…maldita sea, es viernes, estoy escribiendo este texto con una copa de vino y queda menos de un mes para que todo esto se agudice, la resaca de los 31, se frota las manos esperando mi llegada.
http://www.marisolayala.com/

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