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sábado, 5 de mayo de 2018

El Milagro de Zafira


Por Yolanda Casañas Faas
Hay historias que son un verdadero placer y un notable orgullo publicar. Esta es una de ellas. Contada por sus protagonistas. El sentimiento a la palabra escrita se lo pone la veterinaria herreña Yolanda Casañas Faas. Y nosotros hemos querido publicar su relato tal y como ella así lo hizo. Esto fue lo que sucedió…

El día 2 de mayo fue un día para no olvidar nunca, con muchísimas horas de estrés, angustia y tristeza. Esa noche no dormí, me levanté nerviosa, pero a las 8 de la mañana fui la persona más feliz del mundo. Para muchos podría ser muy pesado lo que, a continuación relato, para otros pocos, con paciencia, podrían entender el porqué es tan gratificante.
Esta es la historia que quiero compartir:
La potrita arabita que nació el martes, 1 de mayo, (que acudí a ella por un problema de labio inferior que le dificultaba mamar) tuvo un accidente justo al día siguiente (miércoles día 2).
Se enterró en la tierra ella misma (solo tenía la cabeza en superficie). Su dueño, Iván, mientras llegábamos al lugar, pudo sacarla, desenterrarla hasta romperse las manos y uñas....Fría, sin fuerza, deshidratada, dos extremidades inflamadas y sin poder moverse, sus ojos llenos de tierra, mandíbulas y cara hinchadísima, casi sepultada.... Al llegar pensábamos que no fue a tiempo. Rápidamente, le coloqué una vía intravenosa para hidratarla, medicarla e intentar estabilizarla.
Estábamos en una esplanada pero en medio de muchas montañas y con difícil acceso y teníamos que llevar a la potrita a su cuadra. Mi padre de repente dice: "Yo aquí ya sobro, así que voy a pedir ayuda como sea". Rápidamente, fue como un galgo en busca de un gran amigo, Cirilo, para poder entrar con una camioneta a un camino que estaba lleno de cardos, matorrales y piedras.
Mientras, volvimos a poner suero, Iván aguantaba la patita de la potrita, nervioso, destrozado y sacando fuerzas para ayudarme. Su padre relajaba a Eresma (la madre de ella) y su hermano vigilando que el suero colgado en un árbol tuviera buena perfusión y en ese momento me dice, "Yolanda, gracias por ayudar a mi hermano y a ella", casi se me rompe el corazón.
Minutos eternos en los que de pronto Iván comenta: "Sería un milagro que saliera de esta". Luego, escuchamos un ruido de motor, por fin, llegó mi padre con Cirilo lo más rápido que pudieron, bajando un barranco y llevando dos tubos de acero y una manta, que, en menos de nada, se transformó en una camilla. La cargamos encima y otra vez subiendo a cuestas esa ladera llena de matos entorpeciendo el paso hasta llegar a la camioneta.
Mientras Iván y su familia iban caminado con la yegua, Cirilo, mi padre y yo con la potrita. Llegamos a la cuadra, bajamos a la niña y justo colocándola en el suelo con sus mantitas....empezó a llover muy fuerte....,nos quedamos paralizados, asustados y a la vez aliviados de que no cayera ese aguacero antes, ¿sería una señal ?
Vuelvo a medicarla, a estabilizarla y llegó la hora de marcharnos, dejando a Iván de guardia toda la noche; una noche larga en la que abunda el cansancio y agotamiento de todos, pero no nos rendimos.
Ayer, a las 8 de la mañana, llegamos mi padre y yo, sin apenas pegar ojo pensando en ella, y deseando volver a verla, y que fuera viva. Alcanzamos de ver de lejos a Eresma, la potrita enrollada en sus mantas e Iván sentado con la cabeza agachada. Me asusté y conteniendo mis lágrimas mientras nos acercábamos a ellos, dije: "¿Qué tal Iván, cómo ha ido la noche?" Me contesta: "Mal, bastante agotador (con la cara aún llena de tierra y ojos cansados, yo con un nudo en la garganta), pero la potrita está mucho mejor y camina" (se le abrieron los ojos y le salió una gran sonrisa). Ella nos escuchó y se despertó, quiso levantarse y lo consiguió, mamando desesperadamente y con fuerza.
Nosotros no creíamos lo que nuestros cristalinos reflejaban..Su ojito derecho abierto, pie derecho apoyando sin dificultad, cara mucho mejor, aún queda su brazo izquierdo y el otro ojo. La abrazamos, la besamos de tanta alegría, que aún sabiendo que esta delicada, lo peor, pasó.
Llegamos a Frontera con un chute adrenalina para trabajar, y seguíamos sin creerlo, deseando nuevamente que pasaran un par de horas para subir, verla y volver a achucharla. A las 2 de la tarde llegó ese momento y le digo, "¿cómo ha ido la mañana Iván?" Me dice: "No se lo van a creer pero ya quiere trotar, y apoya mejor su brazo, mama con más ganas, hace sus necesidades estupendamente y está más fuerte" , seguimos estupefactos....Le comenté a Iván: "El martes me dijiste que podía ayudarte a buscarle un nombre, y anoche como no pude dormir, pues tengo varios para enseñarte". Me dice " ¿Y cuál es el que más te gusta a ti ? Yo le comenté: "En árabe, significa victoriosa y con éxito y ella es así de luchadora con dos días de vida, así que me encantaría que se llame Zafira". Me contesta: "No se habla más, mereces darle su nombre, así que se llama Zafira". Para mí un gran privilegio.
Ahora, queda un gran camino, para lograr que su extremidad izquierda apoye perfecto, y que su ojo del mismo lado no pierda la visión ya que tiene un gran edema corneal e infección. Seguimos en guardia, medicaciones y mucho mimo. Esperemos que pronto podamos ser del todo felices por ella, por Zafira.
Estoy contenta porque hemos logrado salvarle la vida. Iván el primero sacándola con todas sus fuerzas del enterramiento, por no perder la calma y ayudarme. Que a pesar de los nervios, me escuchaba atendía y cuida de la niña. Su hermano y padre por llegar y relajar a Eresma, madre de Zafira y ser un apoyo para Iván. Cirilo, nuestro gran amigo de toda la vida, como siempre, cada vez que le pedimos ayuda, ahí está y pudimos hacer un gran rescate
Eresma, la madre que intentó salvar a su potrita con sus cascos desesperada sacando tierra y luego guardando calma besándola y queriéndola, increíble su instinto maternal. Mi padre, el que siempre está a mi lado, mi súper auxiliar, si se me queda algo por hacer, me lo recuerda, que me da fuerza y ánimo para no rendirme y quien busca las soluciones más rápidas posibles.
Y yo, pues sí, contentísima de luchar con toda mi alma, siendo una componente más de este gran equipo que hemos formado para salvarle la vida a Zafira.
(*) Yolanda Casañas Faas es veterinaria. 
fuente:  http://www.diarioelhierro.es/t26496/ab02.asp?idweb=26496&idrg=163222

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