Director: Juan Carlos Melian Naranjo. contacto: teldehabla@gmail.com

martes, 29 de mayo de 2018

Dos clases de hombres


 Autora Marisol Ayala.
Desde que siendo una niña su mamá puso punto final a la relación con su padre, ella, hoy 28 años, abogada, creció entre discusiones y portazos. Se acostumbró o, más que acostumbrarse, aprendió a capear el tsunami doméstico.

Sus padres decidieron vivir cada uno por su lado, La Laguna y Lanzarote. No tendría nueve años cuando a la familia de tres se la tragó la vida. Como estaba previsto su madre por un lado y su padre por otro recolocaron sus vidas y aunque la relación entre los ex no era buena su padre desde la lejanía siempre se interesó por su niña. Pero solo sabía lo que ella contaba cuando hablaban. “¿Bien, hija?”, preguntaba; “todo bien, papá”, contestaba. Mentía. Estaba harta de escuchar gritos y golpes del compañero de su madre y desarrolló un blindaje virtual que aislara el sonido del dolor.
Era evidente que su madre se había enamorado de quien no la merecía. Tiene una foto del hombre en un Hillman amarillo, rubio, chanclas y gafas grandes. Imagen de una época y perfil de un guaperas que quería ser guiri pero no tuvo suerte. Es canario, nació en Agulo (La Gomera). A medida que la joven cumplía años menos entendía la agresividad del tipejo y el aguante de su madre. Hablaba con ella: “No permitas que te pegue, mamá”. Pero una mujer asustada, sin trabajo, sin medios, es la víctima perfecta para un maltratador. La chica se le enfrentó mil veces; “¡Métete en tus cosas!”, gritaba. El ganso olvidó que la mujer a la que maltrataba era su madre. La permisibilidad fue dándole confianza al machito hasta atreverse a enlazar una agresión a su pareja con abusos sexuales a la muchacha. Era una colegiala de manera que la posibilidad de irse con papá dejando a su madre sola no estaba ente sus planes. Calló. “Un día te mata, mamá”, insistía. Dependían de él. Fue entonces cuando decidió recurrir a su padre, ajeno a todo. Ese día le contó lo que de verdad ocurría en casa; “mi viejo lloró como un niño, no tenía ni idea”. El hombre pidió ayuda a una empresaria que contrató a la chica como reponedora y algo parecido hizo con la madre. Ese padrazo primero las protegió, les dio techo y luego las llevó a comisaría. Poco más tarde estaba ante el juez. Pagó con cárcel el maltrato continuado. No han vuelto a verle.
En julio iremos de boda. Aquella niña se casa. También ella encontró a un hombre bueno.
FUENTE:  https://marisolayalablog.wordpress.com/

No hay comentarios:

Publicar un comentario