así fue como un día ventoso de julio de 1897, bajo los auspicios de Alfred Nobel y el rey de Suecia, este funcionario de patentes y dos colegas subieron a la barquilla de un globo aerostático de unos 20 metros de diámetro en Danskøya (o isla de los Daneses), en el archipiélago de Svalbard. Llevaban trineos de madera, víveres para varios meses, palomas mensajeras para enviar información y hasta un esmoquin que Andrée esperaba vestir al final del viaje. Entre los aplausos y buenos deseos de la prensa y el público, se elevaron en el cielo confiando en sobrevolar un lugar nunca visto por el ojo humano.
En cuanto despegaron, comenzaron a sufrir los embates del viento. La niebla se congelaba en la superficie del globo, creando un exceso de peso que lo hacía descender. Durante 65 horas y media el Eagle voló a ras de agua, rozando a veces el océano Ártico. Treinta y tres años después, unos cazadores de focas hallaron los cadáveres congelados de Andrée y su tripulación, además de sus cámaras y diarios, gracias a los cuales se supo que habían efectuado un aterrizaje forzoso sobre la banquisa a 480 kilómetros del Polo. El trío no resistió una extenuante caminata de tres meses en dirección sur.
leer mas ...
No hay comentarios:
Publicar un comentario