Opinión
(Por Julio César González Padrón)
El próximo 1 de abril se abre el plazo oficial de la declaración de la Renta, una cita ineludible que no deja indiferente a ningún español.
Para muchos, la palabra "impuesto" despierta un sentimiento de incomodidad; pues después de todo, supone entregar una parte de nuestros ingresos al Estado.
Sin embargo, más allá de la inevitable resistencia, debemos detenernos a reflexionar sobre la importancia de esta contribución para el funcionamiento y el progreso de nuestra sociedad.
En un mundo ideal, cada individuo y empresa asumiría la responsabilidad de contribuir al bienestar colectivo.
Los impuestos son el motor que financia la educación pública, la sanidad universal, las infraestructuras, la seguridad y una infinidad de servicios esenciales que damos por sentado en nuestro día a día.
Sin ellos, sería impensable alcanzar los estándares de vida que asociamos con una sociedad avanzada.
Además, los impuestos son una herramienta redistributiva clave para reducir las desigualdades sociales, pues precisamente a través de los programas y ayudas financiados por el erario público, las personas en situación más vulnerable tienen acceso a oportunidades que de otro modo estarían fuera de su alcance, promoviendo así una mayor cohesión social.
Pero a pesar de los beneficios innegables que se espera que los impuestos produzcan en la sociedad, es legítimo cuestionar, si el sistema actual de recaudación cumple con los principios de equidad y justicia.
La realidad es que, mientras la ciudadanía cumple con sus obligaciones fiscales, muchas grandes empresas encuentran maneras de eludir su responsabilidad mediante complejos entramados legales y paraísos fiscales. Esto no solo erosiona la confianza en el sistema, sino que coloca una carga desproporcionada sobre los contribuyentes ordinarios.
Un sistema más equitativo no solo implica ajustar las tasas impositivas para garantizar que cada cual aporte en proporción a su capacidad económica, sino también fortalecer los mecanismos de supervisión y sanción contra la evasión fiscal; asimismo, debemos promover la transparencia para que los ciudadanos sepan con certeza cómo se utilizan sus contribuciones.
Porque pagar impuestos no debería ser visto como un sacrificio, sino como una inversión en el futuro. Cada euro que aportamos se traduce en mejores servicios, mayor igualdad de oportunidades y una sociedad más resiliente.
No obstante, para que esta visión sea compartida, es esencial que los ciudadanos perciban un sistema tributario justo, en el que todos, sin excepciones, cumplan con su parte.
En este contexto, el debate no debería centrarse en que, si debemos o no pagar impuestos, sino en cómo podemos perfeccionar el sistema para que refleje los valores de justicia, solidaridad y progreso que aspiramos a alcanzar como sociedad.
Los impuestos directos se aplican directamente sobre los ingresos o el patrimonio de una persona o empresa.
Sus funciones serian redistribuir la riqueza y reducir desigualdades económicas, gravando según la capacidad económica a cada contribuyente.
Por ejemplos los Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF), grava los ingresos de los ciudadanos; los Impuesto de Sociedades se aplican a los beneficios de las empresas; los Impuesto sobre el Patrimonio grava el patrimonio neto de una persona.
Luego tenemos los llamados Impuestos Indirectos, que son aquellos que se aplican al consumo de bienes y servicios. Los paga el consumidor final de forma indirecta, ya que están incluidos en el precio.
Sus funciones son: las de recaudar fondos del consumo masivo y aplicar gravámenes que afectan a todos los ciudadanos de manera uniforme, aunque suelen ser más regresivos.
Por ejemplos, los Impuestos sobre el Valor Añadido (IVA), se aplican al consumo de la mayoría de bienes y servicios; los Especiales a gravar productos como alcohol, tabaco, o combustibles; los de las Transacciones o Actos Jurídicos, gravan actos específicos, como la compra-venta de bienes o derechos legales y tienen como función el financiar las Administraciones Públicas a través de las operaciones económicas.
Así tenemos los impuestos sobre Transmisiones Patrimoniales (ITP) que se paga al transferir bienes inmuebles o muebles o los impuestos de Actos Jurídicos Documentados (AJD) que grava documentos notariales, registros o administrativos.
Luego están los llamados Impuestos Verdes o Ambientales que, gravan actividades o productos que generan impacto ambiental negativo y cuyas funciones son el desincentivar prácticas perjudiciales para el medio ambiente y financiar programas medioambientales y sostenibles; como pudieran ser los Impuestos sobre las Emisiones de Carbono o las tasas sobre residuos o contaminantes.
Por último, podemos citar los llamados Impuestos Municipales o Locales que son gestionados por los ayuntamientos y están relacionados con bienes y servicios locales y su principal función es la de Financiar servicios locales, como alumbrado, limpieza, transporte, etc. Estos son, por ejemplo, el que llamamos Impuesto sobre Bienes Inmuebles (IBI), que grava la propiedad de inmuebles o el Impuesto sobre Vehículos de Tracción Mecánica, también conocido como el "Impuesto de Circulación".
En conjunto, cada tipo de impuesto cumple funciones específicas para financiar los distintos niveles de la Administración (local, autonómica y estatal) y garantizar el funcionamiento eficiente de nuestra sociedad.
Ahora bien, existe y existirá siempre la llamada evasión fiscal, que produce unas consecuencias graves, tanto para la sociedad como para los individuos o entidades que la practican y llegado a este punto, te detallo sus principales efectos tales como, la Reducción de Recursos Público que es cuando ciertos individuos o empresas “listillas” evaden impuestos, que disminuyen los fondos disponibles para servicios esenciales como educación, sanidad, infraestructuras y seguridad.
Por otra parte, con esta insolidaria practica “hispana” se incremente la desigualdad, ya que la evasión fiscal permite que quienes más recursos tienen contribuyan menos proporcionalmente al sostenimiento del sistema, aumentando la carga sobre los ciudadanos de menores ingresos y agravando las desigualdades económicas; la desconfianza en el sistema, pues la percepción de que algunos se benefician injustamente de lagunas legales o prácticas ilícitas debilita la confianza en las Instituciones y desincentiva el cumplimiento fiscal por parte de otros contribuyentes.
Esto produce además unas consecuencias económicas directas como sería la distorsión de la competencia, ya que las empresas que no cumplen con sus obligaciones fiscales pueden ofrecer precios más bajos que las que sí lo hacen, creando una competencia desleal en el mercado o también un déficit presupuestario, porque la evasión fiscal reduce los ingresos del Estado, lo que puede llevar a recortes en servicios públicos o al endeudamiento para cubrir los déficits y por supuesto un no deseable freno al desarrollo. Sin una recaudación suficiente, los gobiernos se enfrentan mayores dificultades para financiar proyectos de inversión y promover el crecimiento económico.
Esta practicas detestable acarrean de hecho unas consecuencias Legales para los evasores como serían las sanciones económicas, pues las autoridades fiscales suelen imponer multas y recargos sobre las cantidades adeudadas, lo que puede duplicar o triplicar el importe inicial, amén de los procedimientos penales que, en casos graves, la evasión fiscal puede llevar a condenas penales, incluyendo penas de prisión, especialmente si implica sumas significativas o fraudes organizados.
Y no nos olvidemos las consecuencias éticas, aunque éstas, reconozco que bien poco importan al clásico evasor “listillo”, que ya practica a la evasión como deporte y además intenta presumir de ello, aunque le produzca una erosión de los sus valores cívicos, al reforzar la idea del "sálvese quien pueda” o “maricón el último”, en lugar de fomentar un sentido de responsabilidad colectiva hacia el bien común.
Algo que a mi particularmente me repatea el estómago de estos tipejos insolidarios es la percepción de impunidad que tienen; por eso hay que combatirlos sin cuartel, para que dejen de transmitir esa idea generalizada de que, ciertos sectores están por encima de la Ley, debilitando de esta manera y así al tejido social.
Para combatir estas consecuencias, es esencial promover la educación fiscal, desde las escuelas a los niños, explicándoles lo de negativo tienen esas insolidarias conductas de sus mayores, al mismo tiempo que reforzando los mecanismos de control y fomentando un sistema más transparente y equitativo, pero de verdad, sin sombras.
Me consuela saber que, en este 2025, en España ya se está implementando ya varias reformas fiscales relevantes que, buscan modernizar el sistema tributario y hacerlo más equitativo, la implantación de medidas como la factura electrónica obligatoria, que se ha establecido la obligatoriedad para las empresas, con el objetivo de combatir la morosidad y mejorar la trazabilidad de las transacciones.
Con nuevos gravámenes para productos de tabaco alternativos: introduciendo un impuesto sobre líquidos para cigarrillos electrónicos y productos similares, actividades financieras específicas y hasta un nuevo gravamen sobre el margen de intereses y comisiones de entidades financieras.
También se han efectuados cambios en el IRPF con el Incremento en la tributación de rendimientos de capital superiores a 300.000 euros, con un tipo máximo del 30%.
Modificaciones en el Impuesto sobre Sociedades, reduciendo gradualmente a las PYMES, con tipos más bajos para empresas con facturación inferior a 1 millón de euros; o con límites en la compensación de bases imponibles negativas para grandes empresas.
Y por último con otras medidas específicas antifraude: que refuerzan los mecanismos de control para combatir la evasión fiscal, especialmente en sectores clave.
Estas reformas reflejan un esfuerzo continuo, que no debe detenerse para continuar equilibrando la carga fiscal y fomentar la transparencia.
Bueno amigo, hasta aquí mi alegato los impuestos, que conscientemente he querido desgranar al máximo, sobre todo para demostrarte y convencerte que el pagar religiosamente nuestros impuestos, no solo es necesario y bueno para España, sino que reconfortante y sano para el espíritu de cada individuo.
Pero como a mí, humilde “maúro” de Telde, con mucha mar vista por la proa y mucho salitre acumulado en los ojos a lo largo de mis ya 73 años, te puedo asegurar que, de tonto no tengo un pelo y, por otra parte, para terminar de explicarme bien, me gusta acabar mis artículos echando mano a las sabias expresiones canarias; así que te digo… “Mire cristiano, mientras el Estado recaudador, siga manteniendo a tanto “golfo político” y no cumpla con su parte, manteniendo el principio de “chinche por chinche”, aquí intentaremos cada vez que se nos presente la oportunidad fiscal, seguir jugando “al listillo de la clase” o lo que es peor, rompiendo la baraja”
¡Qué cosas!
(P.D.) Si quieres conocer que significa “chinche por chinche” en nuestro Léxico canario y además de donde viene el vocablo, adquiere mi libro titulado precisamente, “Léxico Canario, Expresiones y nombre Aborígenes”. Por cierto, no desgrava ni un Euro Jajajajajaja
Fdo. Julio César González Padrón
Marino Mercante y escritor
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