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domingo, 18 de enero de 2015

A España nunca vino nadie


Por José L. Román.- Los asesinatos de los terroristas vascos de la ETA comenzaron contra militares, guardias civiles y policías, y siguieron de manera indiscriminada contra cualquier español contrario a su ideología marxista leninista.
Sólo durante los años 1979 y 1980, cerca de trescientos españoles fueron víctimas de esta banda criminal, entre los que perecieron ancianos, mujeres y niños. Brutal atentado aquel del que nadie habla porque en principio quisieron hacer creer que fue un incendio fortuito que se inició en la churrería, el llevado a cabo por la banda criminal etarra en el hotel Corona de Aragón de Zaragoza en 1979, y donde perecieron 79 personas, la mayoría de ellos familiares de los cadetes que iban recibir sus despachos durante aquella jornada en la Academia General Militar de la capital aragonesa. Mi recuerdo de cariño para todos ellos, y mi abrazo fraternal para sus familiares.
Cuanto todo esto tenía lugar –y en esto permítanme que sea reiterativo-, no hubo ningún gesto por parte de la Europa democrática, que dejase meridianamente clara su postura contra los criminales. Por una parte Francia, nuestro vecino que ahora sufre el latigazo del “enemigo sin rostro”, no sólo era santuario terrorista para los etarras, sino que allí llevaban a efecto los criminales su avituallamiento apoderándose de dinamita en depósitos de explosivos carentes de vigilancia, y de armas y vehículos para atentar después en España. Y era también en Francia durante aquellas fechas, concretamente en julio de 1980, cuando el semanario Charlie Hebdo publicó una portada en la que satirizando con los crímenes de ETA titulaba: “Bombas en España”, y aparecía una supuesta turista francesa en top-less a la que la explosión de un artefacto de ETA levantaba sus senos caídos, mientras la imagen de la caricatura decía muy contenta: “Qué bien, esto sube los pechos”.
En cuanto a Bélgica, país que también es objetivo ahora de la barbarie islamista se negó, sistemáticamente, a extraditar a nuestro país a los terroristas vascos de la ETA que se encontraban en su territorio. Pero hay más, porque si Francia y Bélgica ya habían dado sobradas muestras de su posicionamiento a favor de los criminales, mucho más lejos llegó Suecia, donde su presidente socialdemócrata Olof Palme, solicitaba en público y con una hucha en las manos, donativos para ETA.
Nunca se convocó ninguna manifestación multitudinaria para arropar a España durante aquello años de terrorismo indiscriminado en nuestro país; nadie levantó la voz contra aquellos criminales en Europa, ni tuvo tan siquiera un mensaje de condolencia para con las víctimas inocentes.
La diplomacia española, con Felipe González en la poltrona, consiguió firmar un acuerdo con Francia para terminar con el santuario terrorista, pero a cambio, el ejecutivo francés consiguió, después de frenar nuestras exportaciones agrícolas a su antojo, carta blanca para que sus firmas más relevantes tomasen posiciones en nuestro país, y gestionasen sin impedimentos el comercio multimillonario de alimentación, complementos para el hogar y bricolaje.
Una cosa es la obligada solidaridad para con la víctima ante cualquier acto terrorista y, otra muy distinta, el apoyo incondicional y unánime a la víctima por tratarse de quien se trata. Lo primero, debería ser norma de conducta y de obligado cumplimiento; lo segundo, no deja de ser una muestra más de la subordinación ante el poder militar y económico, que nada tiene que ver con aquella solidaridad a la que se hace referencia: Tanto tienes tanto vales.
Girando atrás la mirada, mucho pesa todavía en el ánimo de cientos de miles de españoles, el comportamiento de los Estados Unidos frente al terrorismo. Su actitud ante el mismo de indiferencia abierta, era irritante. Daba la impresión de que como en algunas ocasiones dejó entrever Bush, había dos clases de terrorismo, el nacional, como el de ETA en España, que les traía sin cuidado, y el internacional, de Ussama Ben Laden, que era el malo, al que había que combatir, porque se había cebado de un modo cruel contra ellos, y al que había que combatir con una guerra larga, embarcando en la misma a otras naciones que no habían sido hasta ese momento blanco del fundamentalismo islámico.
Recuerdo la perplejidad de una catedrática socialista de la Universidad del País Vasco, que habiendo tenido que huir por cierto tiempo a Norteamérica, declaraba que allí eran indiferentes ante los crímenes de ETA, y que se calificaba a los terroristas de combatientes por la libertad de Euskadi. Y mientras, la democracia española, carente de sentido nacional, prefirió y prefiere, la humillación vergonzosa y la discriminación peyorativa a la que es sometida por parte de los países poderosos, antes que levantar la cabeza y mantener la llama patriótica encendida, para gritar con dignidad que nuestros muertos, nuestros mutilados y nuestros heridos, no son de menos categoría que los muertos, los mutilados y los heridos que los de las torres gemelas de Nueva York, o los caídos en Paris en los últimos días.
Es cierto que frente al terrorismo –pero ante el internacional y el nacional, suponiendo que entre los llamados terrorismos no hay vinculaciones y ayudas recíprocas y más o menos secretas- es preciso una actitud conjunta, enérgica y coherente, pero hasta ahora, esa actitud solo se ha llevado a cabo cuando los crímenes han tenido lugar en alguno de los países que todos conocemos, pero nunca, cuando el terrorismo se ha cebado con España o con países pobres de otras latitudes del Planeta.
Pero hay más sobre la verdad de los acontecimientos, porque en la política de las naciones que integran el mundo árabe, las intervenciones norteamericanas, inglesas y francesas han sido y son numerosas, perturbadoras y continuas, tratando de convertir en realidad ese deseo de los “guardianes del Planeta” la llamada globalización o Nuevo Orden Mundial. El imperialismo político y el económico, a instancias de un capitalismo salvaje de la mano del poder sionista, que ha traído la catástrofe y el caos en naciones árabes amigas de occidente, ha creado un clima de odio y resentimiento en todo el mundo, que tiene más que sobrada explicación. Todo huele muy mal, pero este hedor insoportable viene a raíz de que no se está obrando a instancias humanitarias o de justicia histórica,  ni diciendo la verdad sobre lo que sucede.
Ya lo dejó escrito Mahatma Gandhi: “Mucha gente, especialmente la ignorante, desea castigarte por decir la verdad, por ser correcto, por ser tú. Nunca te disculpes por ser correcto, o por estar años por delante de tu tiempo. Si estás en lo cierto y lo sabes, que hable tu razón. Incluso si eres una minoría de uno sólo, la verdad sigue siendo la verdad”.
http://www.alertadigital.com/2015/01/17/a-espana-nunca-vino-nadie/

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