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domingo, 22 de junio de 2014

CULTO AL CUERPO SÍ PERO, ¿HASTA DÓNDE?









MARÍA SÁNCHEZ




Lo de ir al gimnasio se ha convertido, desde muchos años atrás, en moda para unos y necesidad para otros. Cuidar nuestro cuerpo, es una prioridad que debemos añadir a nuestra vida diaria si queremos mantenernos fuertes y gozar de una excelente salud. El ejercicio nos ayuda a sentirnos mejor, tanto física como mentalmente.

Sin embargo es ahora, cara al verano, cuando nos preocupamos de cuidar más nuestra figura, con la intención de bajar esos kilitos de más que, poco a poco, se ha ido acomodando en nuestro cuerpo sin que nos demos cuenta. Son muchos los medicamentos “milagrosos” que se anuncian a bombo y platillo como la gran panacea que nos llevará a tener un tipito digno de envidia.

Pero, como en todo hay que mirar la cara y la cruz de esas dietas ya que la mayoría de ellas suelen ser un tremendo fraude. Éstas prometen hacernos bajar en una semana lo que, inconscientemente, hemos engordado durante un año, y lo único que conseguimos es hacer un efecto yo-yo.

Traspasar las barreras, de lo que se considera, “normal” depende en primer lugar de la persona que lo lleva a cabo y,  por otro lado, depende de los efectos secundarios que conlleva el traspasarla. Frecuentemente, nos tropezamos con hombres y mujeres, a los que se les nota de lejos que son carne de gimnasio, cosa que en correcta medida es beneficiosa para la salud. Lo peor viene cuando además de pasar horas en uno de estos recintos, se atiborran a hormonas para obtener un cuerpo que parece trabajado a cincel por el mejor escultor.

Su preocupación no es cuidar la salud, haciéndose ver por un médico o realizándose unos análisis, para saber si están bien.Todo lo basan en la estética ya que prefieren un estómago tableta  a preocuparse por cualquier enfermedad que pueda afectarles. Viven por y para dar culto a su cuerpo viviendo sólo para la apariencia.

Es triste ver como adolescentes, casi niñas y sin que su cuerpo haya terminado aún de desarrollarse, estén pensando en pasar por un quirófano para añadirse dos tallas más de pecho. Pero lo peor es saber que sus padres le apoyan en semejante locura. Es penoso ver como chicos y chicas que, obsesionados por tener un cuerpo perfecto, han caído en las garras de la anorexia perdiendo sus jóvenes vidas.

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