Elizabeth Daly estaba comprando agua cuando desencadenó una de las farsas más absurdas que haya visto Estados Unidos en los tiempos recientes. En cuanto esta estudiante de la universidad de Virginia volvió a su coche con el agua, junto con un poco de masa para galletas y helado que pensaba usar en un acto para recaudar fondos con fines benéficos, un grupo de hombres vestidos de paisano rodeó el vehículo. Uno de ellos saltó sobre el capó.Otro sacó un arma. Y ella, en un ejercicio de lógica, intentó alejarse de ellos lo más rápidamente posible.
Por desgracia, los atacantes no eran delincuentes sino agentes de la ley, de la agencia por el Control de Bebidas Alcohólicas, una institución que en Estados Unidos vela por el buen consumo de bebidas espirituosas. La compra de Daly tendría que haberles dado igual de no ser por dos factores: primero, que Daly tiene 20 años y la edad legal para empezar a consumir alcohol allí son 21. Y segundo, que las botellas de agua con gas marca Lacroix le parecieron a los expertos agentes un pack de doce latas de cerveza.
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Daly hizo lo que pidió el instinto: sacó el coche a toda velocidad del aparcamiento, raspando a dos agentes y llamó a la policía para pedir que la rescataran de los agentes de la ley. La llamada no llegó a completarse: otro agente del Control de Bebidas Alcohólicas puso su vehículo (esta vez, claramente de policía) ante el de Daly y la detuvo por tres delitos, entre ellos el de agredir a un agente. Y así fue como Elizabeth Daly, que solo había comprado unas botellas de agua, masa para galletas y algo de helado, terminó pasando la noche en la cárcel.
Será la última que pase, al menos en lo que el caso se refiere. Los cargos se le han retirado y, en su lugar, se ha abierto una investigación sobre esos agentes de Control de Bebidas Alcohólicas que no quieren que ningún menor de 21 años beba absolutamente nada.
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