Cuba mi tierra amada es en realidad desde antaño un país sin ley
Según la percepción popular
estadounidense, la Cuba prerrevolucionaria era la isla del pecado y
estaba sumida en los vicios del juego, la mafia y la prostitución.
Varios prominentes intelectuales de Estados Unidos han compartido esa
percepción.
El dramaturgo Arthur Miller, basado en
lo que le habían contado gente que había trabajado en la industria
cinematográfica en la Isla, en un artículo para el semanario The Nation,
en el 2004, describió a la sociedad bajo el Gobierno de Batista, como
“irremediablemente corrupta, un lugar predilecto de la mafia, y un
prostíbulo para los estadounidenses y otros extranjeros.”
Juegos de azar; los dorados años veintes en Cuba
Para los estadounidenses, el juego en
Cuba se refería a los casinos. Estos se empezaron a desarrollar en la
Isla en los años 20 del siglo pasado con el crecimiento del turismo.
Después de varios altibajos en las siguientes tres décadas, despegaron a
mediados de los cincuenta, cuando Batista y sus socios, junto con los
mafiosos estadounidenses, utilizaron los recursos de los bancos de
desarrollo estatal y los fondos de pensiones sindicales para construir
hoteles, con sus correspondientes casinos, como el Riviera, el Capri y
el Havana Hilton (hoy Habana Libre). En el proceso, se enriquecieron
lavando dinero, robando a los inversionistas y traficando drogas.
Si bien el mundo de los casinos en Cuba
recibió amplia cobertura en los medios de Estados Unidos, jamás fue un
tema importante en los medios de la Isla ni en la conciencia cubana.
Aparte de los turistas estadounidenses, que eran los clientes
principales de los casinos, solo un pequeño número de cubanos – blancos
de clase alta y media alta – jugaban en esos lugares.
El atuendo requerido por los casinos,
así como el mínimo de las apuestas, excluía a la mayoría de los cubanos,
aunque es cierto que un número relativamente pequeño, pero
significativo, de cubanos se ganaba la vida trabajando en los casinos,
en los hoteles y cabarets donde generalmente estaban situados.
Igualmente, exagerada era la importancia
económica que EE.UU. atribuía a los casinos y al turismo de la Isla. En
1956, un buen año para el turismo, el ingreso de ese sector fue
solamente de 30 millones de dólares, a duras penas el 10 por ciento del
monto de los ingresos de la industria azucarera en el mismo año.
El rendimiento relativamente modesto del
turismo se debió, en parte, al hecho de que el turismo internacional
masivo, facilitado por la gran expansión de los aviones de propulsión a
chorro, todavía no había comenzado. Mientras que en los años 50 entre
200 mil y 250 mil turistas visitaron Cuba anualmente, un poco más de
tres millones en el 2014, (y probablemente más aún en el 2015) visitaron
la Isla.
Casinos de La Habana saqueados
Los casinos de La Habana fueron
saqueados inmediatamente después del derrocamiento de Batista el primero
de enero de 1959. Para la gran mayoría de los cubanos, los casinos –
así como los parquímetros que habían sido instalados en la capital unos
meses antes de la Revolución – eran expresiones odiosas de la corrupción
opresiva de Batista y sus secuaces.
Pero como Rosalie Schwartz, una
historiadora del turismo cubano, ha señalado, “el disgusto con los
excesos del Gobierno ocurrió antes y era mucho mayor que la indignación
con respecto a los casinos. Los revolucionarios acusaron a los secuaces
de Batista de torturas y asesinatos – no de haber participado en el
funcionamiento de los casinos – cuando fueron sometidos a juicio.” La
mayoría de los cubanos no objetaban al juego en sí. Muchos de ellos ya
habían estado metidos en el juego por mucho tiempo, aunque un tipo de
juego muy diferente al de los casinos y su clientela de turistas y
cubanos acomodados.
Cuba tenía una lotería nacional estatal
que había existido desde los tiempos de la colonia española. Cada sábado
por la tarde se celebraba un sorteo patrocinado por la Renta de la
Lotería, una agencia gubernamental creada para dicho propósito. La Renta
se había convertido en una fuente masiva de corrupción, aunque algunas
organizaciones caritativas legítimas recibían fondos procedentes de los
ingresos de la lotería. Inclusive los comunistas cubanos hicieron uso de
esos fondos en la época en que controlaron el movimiento sindical
durante su alianza con Batista del 1938 al 1944, construyeron una nueva
sede sindical, en parte, con el dinero proveniente de la lotería que el
Gobierno les había concedido.
Los sorteos eran transmitidos por Radio.
En una mezcla peculiar de modernidad y Edad Media, el espectáculo
semanal, que bien pudiera haber sido parte de una película de Luis
Buñuel, presentaba a los niños huérfanos y abandonados criados por las
monjas de la Casa de Beneficencia, anunciando los números de los varios
premios con un canto distintivo, en una voz, tono y cadencia
característica de la ocasión. Pero el hecho de que aun las fracciones
más pequeñas de los billetes de la lotería estatal eran relativamente
caras, estimuló el crecimiento de una lotería informal e ilegal, basada
en los resultados de la lotería oficial, que aceptaba apuestas hasta de
cinco centavos.
La bolita
Esa lotería ilegal, popularmente llamada
“la bolita,” se convirtió en un gran negocio con sus propios
capitalistas o “banqueros,” algunos de los cuales llegaron a ser bien
conocidos. Los “banqueros” no pudieron haber sobrevivido sin sus
numerosos agentes (“apuntadores”) en los barrios. Estos eran los
equivalentes de los “numbers runners” en los Estados Unidos. Según el
antropólogo Ulf Hannerz en su libro Soulside, el “numbers game” de los
ghettos negros de Estados Unidos probablemente se originó en Cuba.
No existía ninguna conexión entre los
propietarios y administradores de los casinos y los “banqueros” que
manejaban la bolita ilegal – excepto por el caso peculiar de Martin Fox,
el propietario del cabaret y casino Tropicana, que había acumulado su
capital inicial como “banquero” de la bolita, pero había dejado ese
mundo atrás cuando se convirtió en el dueño del Tropicana a principios
de los 50. Lo que los banqueros de la bolita y los dueños de los casinos
sí tenían en común era que, para funcionar ambos, tenían que sobornar a
altos funcionarios gubernamentales, así como a la policía. La “bolita”
era principalmente un juego de gente pobre. Pero para muchos pobres, y
aun para gente de clase media, la bolita también se convirtió en una
manera de sobrevivir o por lo menos suplementar el ingreso de los
“apuntadores”
Los grandes gangsters
Varias familias mafiosas habían
contemplado por mucho tiempo la posibilidad de establecer sus negocios
en Cuba, tanto para expandir sus empresas, como para escaparse de las
autoridades fiscales estadounidense), entre otras tantas agencias del
Gobierno estadounidense. Fue así que, en diciembre de 1946, se celebró
un gran encuentro de la Mafia en el Hotel Nacional, al cual asistieron
los líderes de las más poderosas familias mafiosas, organizado por Lucky
Luciano, uno de las cabecillas de la Mafia, que residía en la Isla
desde octubre de ese año. Pero bajo gran presión de Washington, el
Gobierno cubano deportó a Luciano en febrero de 1947.
Otros gangsters, como Meyer Lansky y
Santo Trafficante Jr., de Tampa, permanecieron por mucho tiempo en la
Isla y estuvieron estrechamente relacionados con los casinos.
Irónicamente, parte de la tarea de Lansky fue eliminar las artimañas
baratas de los de juegos rápidos como el llamado “razzle-dazzle” (el
equivalente del juego de barajas llamado “3 card Monte” en los Estados
Unidos) en las que caían muchos turistas crédulos.
Hasta Richard Nixon se quejó con la
embajada norteamericana cuando uno de sus ricos e influyentes amigos fue
victimizado por esos trucos. Según la historiadora Rosalie Schwartz,
para responder a la amenaza que esos juegos deshonestos representaban
para los casinos, Lansky abrió una escuela para seleccionar y entrenar a
los empleados de los casinos para asegurarse que solamente individuos
de confianza y bien entrenados tuvieran acceso al mundo de los
repartidores de barajas y operadores de las ruletas. Lansky condujo una
operación eficiente que eliminó a los pequeños estafadores de sus
casinos y así atrajo a las mesas a grandes jugadores profesionales que
confiaban en la honestidad de los juegos.
En el casino del cabaret Montmartre, de
Lansky, grupos de empleados profesionalmente capacitados conducían los
juegos; las barajas de “blackjack” se repartían desde una caja y no de
las manos de los repartidores de barajas, y los supervisores del salón
(floormen) observaban la acción para detectar cualquier señal de
conducta impropia. Los gangsters de alto vuelo no permitirían que
estafadores de menor categoría desacreditaran y arruinasen sus negocios.
Indudablemente, había fuertes lazos
entre la mafia y el régimen de Batista. Pero algunos cronistas han
magnificado y distorsionado la naturaleza de esos lazos. En vez de
tratar de controlar al Gobierno y a la vida política y económica de la
Isla, dichos mafiosos enfocaron sus esfuerzos en prevenir que otros
criminales invadieran sus feudos. Es así, por ejemplo, como los
conflictos internos de la mafia, con respecto a sus intereses sobre el
juego en Cuba, condujo a la muerte del mafioso Albert Anastasia en una
barbería de un hotel de Nueva York en octubre de 1957.
La asociación de Batista con la mafia
ciertamente satisfacía las necesidades y requisitos de esta última, pero
eso no quiere decir que su poder en la Isla era mayor que el de Batista
y sus fuerzas armadas – de igual manera que el poder de la mafia en los
Estados Unidos de la década de los 20 no era mayor que el poder de las
grandes corporaciones, el Pentágono, y los partidos Demócrata y
Republicano.
Trabajo Sexual
Si bien el trabajo sexual fue
relativamente común en la Cuba pre-revolucionaria de los 50, la opinión
pública estadounidense le dio mucha más importancia de la que la gente
le dio en Cuba, incluyendo los críticos más radicales del status
económico y político de la Isla.
Se calcula que hacia finales de los 50,
había en La Habana 270 prostíbulos. Comparado con las 40 mil
trabajadoras sexuales que se calculan en Nueva York en 1977, la
proporción de trabajadoras sexuales en La Habana de los 50, con una
población de un millón de habitantes, era aproximadamente el doble de la
de Nueva York con ocho millones de ciudadanos.
Pero si se toma en cuenta la mayor
pobreza y desempleo de la Isla, y la doble moral sexual orientada a
preservar la virginidad de las jóvenes “decentes” – no de los hombres –
hasta que contrajeran matrimonio, la diferencia entre las dos ciudades
no es tan dramática. El trabajo sexual en La Habana atraía más atención
que en Nueva York, no porque había más trabajadoras sexuales, sino
porque estaban concentradas en ciertas áreas urbanas (en los barrios de
Colón, San Isidro. A pesar del gran número de mujeres involucradas en la
industria, muchas más mujeres trabajaban en otros sectores de la
economía cubana donde también eran muy explotadas. Era mucho más
probable que las pobres y desempleadas del campo – una fuente importante
del reclutamiento para los prostíbulos de La Habana – acabaran como
criadas en las casas de las clase alta y media de los pueblos y
ciudades, que como cortesanas.
La economía moral de los campesinos y
obreros agrícolas, con sus nociones de dignidad y de autoridad paternal,
junto con la influencia de los cultos y religiones populares, deben
haber sido barreras muy poderosas contra el trabajo que ejercían cuales
mujeres de la vida, con un pasado triste en su mayoría y un profundo
sentimiento de anhelo por ayudar a sus pobres familias, también algunos
chulos cubanos y franceses de la época cautivaban con su encanto
seductor a muchas buenas muchachas, dispuestas a todo, a complacerles
por mero amor masoquista quizás. Según el censo nacional cubano de 1953 –
el último censo antes de la victoria revolucionaria de 1959 – 87.522
mujeres trabajaban como sirvientas domésticas, 77.500 para un familiar
sin paga, y 21.000 estaban totalmente desempleadas y buscando trabajo.
Además, aproximadamente el 83% de todas las empleadas trabajaban menos
de 10 semanas al año, y solamente 14 por ciento todo el año.
Esas eran las realidades mucho más
chocantes del desarrollo económico desigual inducido por el imperio del
norte, las naciones y por el capital cubano en la Isla. Pero la
naturaleza del trabajo y los problemas de ser una trabajadora doméstica o
una costurera, no eran tan titilantes y excitantes para el observador
estadounidense, tanto de derecha como de izquierda, interesados en lo
exótico y lo diferente de los cubanos.
La respuesta de los revolucionarios
Mientras que para muchos
estadounidenses, incluyendo secciones de la izquierda liberal y radical,
los casinos, la mafia, y la prostitución eran males que distinguían a
la Cuba de los 50; para la oposición cubana en la Isla los problemas del
país eran otros mucho más importantes – la dictadura, la extensa
corrupción de los gobernantes, los males del monocultivo del azúcar y la
pobreza rural extrema, la alta tasa de desempleo (especialmente entre
los jóvenes, tanto en la Cuba urbana como la rural), y para la oposición
comunista a Batista, el imperialismo (Fidel Castro no habló
públicamente sobre el imperialismo, sino hasta después de la victoria
revolucionaria).
“La Historia Me Absolverá”
En su juicio en 1953 por el ataque
fallido que dirigió contra el cuartel militar del Moncada, en Santiago
de Cuba, Fidel Castro pronunció un discurso radical titulado “La
Historia Me Absolverá”. En ese discurso Castro habló de la necesidad de
una reforma agraria para proveer a campesinos sin tierra con pequeñas
parcelas con la compensación correspondiente a los terratenientes, y
demandó la participación de los trabajadores en las ganancias (30 por
ciento) de todas las grandes empresas industriales, mercantiles y
mineras. También prometió que su gobierno revolucionario nacionalizaría
los monopolios eléctricos y telefónicos y confiscaría los bienes de los
ladrones, lo cual contribuyo a dejar sin sus bienes materiales, creados a
partir del esmero y el sacrificio de familias fundadoras y decentes,
como es el caso de mi familia. Los pronunciamientos posteriores de Fidel
Castro durante los dos últimos años de la lucha contra la dictadura
fueron socialmente más moderados, lo que le facilitó crear una amplia
coalición social y política en apoyo a la guerrilla y a las luchas
urbanas del Movimiento 26 de julio. Pero ni él ni ningún otro líder
oposicionista mencionaron la mafia, el juego o la prostitución en sus
pronunciamientos políticos, aun cuando estos adquirieron más importancia
a fines de los 50. En realidad, la historia del comunismo en Cuba, que
nos cuentan en los libros no es del todo cierta; la verdad la contaban
nuestras madres y abuelas a escondidas con miedo del comunismo opresor,
nunca existió la libertad de expresión.
No quiere decir que Fidel Castro y otros
reformadores y revolucionarios cubanos no vieron esos fenómenos como
males sociales o que eran indiferentes a sus efectos. Pero los vieron
como problemas secundarios y, en cierto sentido, derivativos de
cuestiones más fundamentales que caracterizaban a la Cuba de esa época. Siempre todo a conveniencia por supuesto
Es cierto que en esos tiempos sobrevivía
la vieja noción pre-independentista – basada en la política iluminista
diseminada por, entre otros, las logias masónicas a las que
pertenecieron la mayoría de los líderes de las guerras de independencia
contra la dominación española – que Cuba sufría de tres vicios que la
futura república cubana debía eliminar: las corridas de toros, las
peleas de gallos, y la lotería. Las corridas de toros fueron, de hecho,
prohibidas a principios de la república, pero las peleas de gallos,
vistas como un “pasatiempo” más cubano que español, persisten, aunque
más en áreas rurales que urbanas, y con muchísimo menos impacto cultural
que el de la lotería oficial y sus derivativos. Pero el hecho era que
para ese entonces la vieja noción ya se estaba disipando de la
conciencia de los cubanos.
Folklore colonial
Desde el siglo 19, muchos políticos y
líderes de la clase gobernante estadounidense se orientaron a Cuba como
un país potencialmente anexable, una estrategia ideológicamente
justificada por un conjunto de presunciones que, como lo ha señalado el
historiador Louis A. Pérez, consideraban a los cubanos como un pueblo
incapaz de gobernarse, dirigido por un país (España) que no tenía
capacidad para gobernar a nadie. Esta fue la noción que apoyó la
intervención de los Estados Unidos en la guerra de independencia cubana,
que a pesar de la genuina simpatía y compasión que muchos
estadounidenses sintieron por los cubanos oprimidos, justificó sus
propósitos imperialistas para la Isla.
Después que España perdió la guerra,
Cuba adquirió su independencia en 1902, aunque en un sentido muy
limitado, dado la Enmienda Platt que le concedió a los Estados Unidos el
derecho de intervenir militarmente en Cuba. Como Louis A. Pérez indicó,
esta nueva realidad se cristalizó en la ideología predominante
estadounidense de Cuba como una nación infantil o de escolares, con los
del norte actuando de maestros.
Si bien esta concepción no fue
universalmente compartida, y hasta criticada en los Estados Unidos,
persistió como un núcleo en la concepción popular norteamericana de
Cuba. A medida que la Isla se convirtió en la pionera del turismo en el
área del Caribe comenzando en los años 20, esa concepción también
adquirió un aura de sensualidad, carencia de inhibiciones morales y un
toque de primitivismo sin censura acentuado por el puritanismo
protestante estadounidense.
En última instancia, el énfasis en el
juego, la prostitución y la mafia como elementos centrales de los males
que afectaban a la sociedad prerrevolucionaria cubana fue, aparte de la
obsesión generalizada de los estadounidenses con la mafia, una forma de
folklore e ideología colonial que también influyó hasta los opuestos al
colonialismo y al imperialismo. Una ideología similar también reinaba en
el otro poder imperialista de la época, la URSS, como lo hace evidente
la película soviética Soy Cuba, filmada en el 1964. Como lo señaló
Jacqueline Loss, una estudiosa de la influencia soviética cultural en
Cuba, ese film representa a los cubanos como seres hipersexuales, de
sangre caliente.
La visión de la Cuba prerrevolucionaria
también proviene de ciertas presunciones que sustentan el concepto de
subdesarrollo, y más tarde del Sur Global. Creado con el propósito de
reemplazar los prejuicios “orientalistas” de la vieja noción de
“atraso,” el nuevo concepto fue frecuentemente superimpuesto sobre el
significado anterior, en vez de reemplazarlo con propósitos más
modernos.
Así fue como se usó frecuentemente como
parte de una dicotomía rígida – desarrollo contra subdesarrollo – en vez
de un espectro continuo, lo que entorpeció la comprensión de un país
como la Cuba prerrevolucionaria con su combinación contradictoria de
desarrollo y subdesarrollo, su alta modernidad mezclada con poderosos
elementos del pasado, excluyendo así la complejidad y análisis matizado y
apuntando hacia una imagen simplista de un país “primitivo” gobernado
por el sexo y el crimen. También influyó la percepción popular
estadounidense de la “cultura” como algo homogéneo e incambiable, que
aplicado a Cuba conllevó a una imagen distorsionada y caricaturesca de
la Isla. Pienso que en todas partes del mundo la gente actúa basada en
los mismos impulsos y aspiraciones, tratando de defender su nivel de
vida, de satisfacer ciertos requisitos nutricionales, y limitar, sino
eliminar, su opresión y explotación.
La visión de la Cuba prerrevolucionaria
como una sociedad culturalmente homogénea y “exótica,” lejana de una
sociedad “desarrollada” y fatalmente afectada por los males del juego y
el control de la mafia sugería la imagen de una sociedad agotada y
lumpenizada, carente de cualquier recurso político, moral o espiritual,
y, por lo tanto, incapaz de conducir su propia lucha por la
autoemancipación y dependiente de un Mesías que llegará y con su poder
único la salvará.
En las etapas iniciales de la Revolución
victoriosa, antes que adoptara el modelo soviético, los mafiosos fueron
rápidamente expulsados del país; el juego en los casinos fue abolido
(después de dificultades iniciales lidiando con el problema del número
significativo de empleados de los casinos que se quedarían sin empleos).
En febrero del 1959 la lotería nacional fue convertida en el INAV
(Instituto Nacional de Ahorro y Vivienda) – una medida de transición
canalizando los ingresos de los sorteos en un fondo de ahorros dedicado a
la vivienda.
El trabajo sexual fue permitido
inicialmente, pero reformado con la abolición de las extorsiones de los
proxenetas y policías. Más adelante, las trabajadoras sexuales fueron
capacitadas y colocadas en empleos alternativos. Pero el trabajo sexual
eventualmente reapareció con la severa crisis económica de los 90 y el
gran crecimiento del turismo.
Durante los últimos años, el juego de la
bolita (basado en los resultados de la lotería de la Florida) ha
experimentado un renacimiento, aunque todavía no ha obtenido el volumen e
impacto cultural de su equivalente prerrevolucionario.
Independientemente de que uno esté de
acuerdo o no con el régimen cubano, no se puede negar que los cambios,
incluyendo el establecimiento de un estado unipartidista, fue el
producto de realidades sociales y políticas internas cubanas
radicalmente diferentes de la percepción estadounidense de decadencia
mafiosa y la inmoralidad prevalente en la Isla. Lo cual resulta
sarcástico tratándose de que la propia policía cubana es la peor mafia
de estos tiempos, y del hecho de que Fidel Castro prohibió la libertad
de expresión, mientras el pueblo más bonito que puede existir ha
enfrentado innumerables vicisitudes a lo largo de su dictadura y su
tiranía. A nuestros abuelos les quitaron sus casas y negocios, y en su
mayoría no eran precisamente delincuentes ni mafiosos más bien, decentes
fundadores de la isla que luchaban por prosperar, y de un día para otro
los dejaron sin nada. Cuba mi tierra amada es en realidad desde antaño
un país sin ley.
“Cuba, y la verdadera realidad de todos los sucesos acaecidos a lo largo de la historia en mi voz”
fuente: https://canariasopina.com/2020/03/02/osiris-valdes-cuba-y-la-verdadera-realidad-de-todos-los-sucesos-acaecidos-a-lo-largo-de-la-historia-en-mi-voz/
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