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miércoles, 11 de marzo de 2020

“Mujeres, no se dejen humillar”


 Artículo de Marisol Ayala.
Un móvil graba el encuentro entre Gabriela Sánchez y Blanca Rodríguez, su hija. Una mujer Gabriela que el 8 de Marzo, abandona por primera vez su anonimato para, como demuestra, reunir sobrados méritos para construir un alegato rotundo por la igualdad. Enviudó dos veces y ha vuelto a la escuela donde se encuentra con amigas mayores que ella. Hoy es nuestra mujer. Cuando está mala o está muy mala, cuando recuerda sus penurias -“bueno”, dice, “es que era así”- y cuando le hablo de su hija actriz y de sus éxitos, sin abrir la boca lo dice todo. “Mari”, me confiesa Blanca después, “no le gusta hablar de mí para no presumir”. Gran mujer Gabriela.

Gabriela Sánchez nació el 23 de noviembre de 1932 en Santa Lucia de Tirajana, tiene 87 años y se quedó huérfana de padre con 12, lo que le complicó la vida porque asumió responsabilidades más propias de un adulto como es hacerse cargo de la casa y la labranza; es decir, cuidar, plantar, hacer la comida, ayudar en el hogar, regar, coger los frutos… En suma, hacerse mayor sin tener la edad para otra cosa que no fuera jugar. Vivir. Desde la casa familiar de Santa Lucía de Tirajana hasta las tierras que debía cuidar había quince kilómetros que la niña recorría cada día a pie con frio, lluvia, viento y cansancio. “No, hambre no pasé”, contará luego.

La querida Gabriela sabe de amores que duelen porque nunca superó la muerte del primer amor, Tomás Rodríguez, el hijo del maestro del pueblo de 22 años fallecido en un accidente. Ella tenía 19 pero con los años otro hombre entró en su vida, un hermano de Tomás, Manuel, con quien contrajo matrimonio y fue padre de sus cuatro hijos:
María Amparo, Manuel Victoriano, Blanca Esther y Juan Tomás. Ellos han sido el colchón de Gabriela en el afecto, cuidados y atenciones.
Una de sus hijas es la actriz canaria Blanca Rodríguez que estos días recoge el éxito ya maduro con la serie El Pueblo, de Telecinco, donde es una de las protagonistas principales. Antes, como ya es sabido, la trayectoria de Blanca ha sido larga y trufada de éxitos. La de Gabriela, por su parte, una vida dura, de supervivencia silenciosa. “Yo le repito a mis hijas: ¡No se dejen humillar! ¡Siempre con la cabeza alta!”, asegura la octogenaria protagonista de esta historia.
Blanca pasó la mañana del jueves ordenando y contando la vida de mamá Gabriela aunque también nuestro personaje principal aporta recuerdos que acaban anudando entre las dos: “Mamá heredó de su madre el amor por la lectura, cantar y eso de leer las novelas que venían en los periódicos hace años por fascículos. Siempre ha sido una mujer curiosa y sin haber ido apenas al colegio le interesa todo lo que pasa por su vida. Ha vuelto a la escuela donde hace dictado, lee… Todo en la misma aula de cuando era niña En fin, esas cosas”, cuenta Blanca. “El colegio está cerca de casa y allí se reúne con sus compañeras, aunque alguna que otra ya han fallecido”, añade la intérprete.
A Gabriela Sánchez le gustan los refranes y los versos y para muestra recita el que le dedicó a su fallecido primer marido: “No hay amor como el primero, aunque el segundo lo valga el primero se lleva la ilusión más grande”.
Cuando su marido consiguió un trabajo en las Jardineras Guaguas de Las Palmas de Gran Canaria la familia se trasladó a vivir a la capital pero nunca se desvinculó de Santa Lucía. “Siempre que podíamos toda la familia pasaba veranos, vacaciones y fiestas de guardar en el pueblo”, recuerda este tándem.
Viuda por segunda vez
Cuando volvió a enviudar y quiso alejarse del pozo de la depresión que la acechaba, Gabriela se refugió en la crianza de sus nietos que la adoran pero cuando cada cual eligió un camino, los estudios fundamentalmente, Gabriela regresó a la amada Santa Lucía, a su casa, a ocuparse de nuevo de la labranza, de las flores de su familia “con la tranquilidad y la alegría que le da la salud que tiene”, dice orgullosa su hija.
“Nunca se queja, nunca le duela nada, siempre le quita importancia a las cosas que otras personas viven como un drama. Mira, una vez, hace unos años, notamos que no manejaba bien una pierna, cojeaba levemente. Un día le preguntamos y su respuesta fue que no era nada. Sin embargo”, prosigue la actriz, “nosotros sospechamos que en ese tiempo no había médico en Tirajana y ella no quería dar la lata; es un mujer muy fuerte”.

Es fácil que a Gabriela Sánchez la quieran tanto y lo que aún resulta más curioso, que sea gente de distintas edades y vecinos y amigos de sus hijos e hijos de sus compañeros de clase; amigos y amigas de su hija… Fue simpática, en una de las gestiones previas a este reportaje, una llamada realizada a su casa preguntando por Blanca: Gabriela se acordaba perfectamente del nombre de quien la llamaba sin haber hablado jamás con ella.
En compañía de ‘Hans’
Pero Gabriela no es perfecta y duerme con un amor de cuatro patas que le calienta las piernas. El único ser al que deja subir a su cama “por los pies”. El afortunado es Hans, un perro de 17 años al que cuida y del cual recibe esa mirada de amor leal y vigilancia. Una tiene la impresión de estar hablando de una mujer irrepetible pero seguramente dentro de unos meses nos encontraremos con otra de su quinta con la misma fortaleza, coraje y generosidad que Gabriela.

Tiene como religión que de su casa nadie se va con las manos vacías. Teniendo en cuenta que tiene mano para la cocina, la repostería sus bizcochos, su chocolotada, su pan bizcochado, la verdura o la fruta siempre están preparadas para recibir a quien la visita. El jueves mismo, Yaiza Socorro, la compañera que hizo las fotos se fue a la carrera y no se llevó nada; un disgusto para la gran Gabriela.
Una mujer con vericuetos
Son tanto los vericuetos por los que hallar curiosidades en la vida de Gabriela Sánchez que aunque ella no le da importancia, vaya que si la tiene. Por ejemplo ya ha contado que ha vuelto a la escuela, a la misma escuela, sesenta años después. Acude una vez por semana porque hay una cuesta que debe subir para llegar y no quiere castigar su pierna. “Ir al colegio es encontrarse con compañeras de la infancia, con las que de jóvenes compartieron ilusiones, sabe Dios si confidencias. ¡La mayor de la clase tiene 92 años!”, explica.
Y cómo estaba previsto, “la profesora es la más joven de todas”, recuerda su hija. “Siempre le gustó cantar y leer, ambas cosas heredadas de su madre que leía la Novena en la iglesia”.
Vamos a ver, su hija, la actriz Blanca Rodríguez, a quien verán en las fotos embelesada con su madre, se deshace en elogios con ella. En cambio, siendo su hija uno de las rostros más populares de la serie El Pueblo, cuya segunda temporada -estrenada en Amazon Prime Video- finalizó su emisión en Telecinco hace unos días, Gabriela no menciona nada, adorándola como la adora. “Mari”, aclara después la actriz muerta de risa, “es que a mi madre no le gusta hablar de mi para no parecer presumida”. Es más, Gabriela lo que quería es que su hija estudiara Magisterio para que fuese maestra de escuela. “Pero estoy muy contenta, ¡eh!”, añade la octogenaria. Que nadie lo dude. Su carácter afable, su vocación de mamá/gallina, le ha regalado un club de fans formado por quienes la conocen. Y yo ya me he sumado a ese club.
Era un compromiso
Conocía más bien poco de la vida de Blanca Rodríguez pero tenemos amigos comunes que me contaban cosas curiosas de Gabriela Sánchez, su madre. Hace dos años coincidimos, creo qué en la radio, y le pregunté directamente por ella; yo tenía mucho interés. “Mari, un día te vienes a casa y la conoces”. Ahí quedamos. Blanca no sabía que yo estaba esperando la oportunidad para conocerla y proponerle un reportaje. Y ese momento llegó dos años después con motivo del Día Internacional de la Mujer. Tres llamadas, dos charlas cortas y quedamos después de ajustar los compromisos de las tres.
Y ahí tienen hoy su historia.
fuente:  https://marisolayalablog.wordpress.com/2020/03/10/mujeres-no-se-dejen-humillar/#more-1356

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