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domingo, 31 de agosto de 2025

Los incendios en primera persona.

Imagen de Greenpeace


 José Luis García Ortega

Responsable del Área de Clima, Energía y Movilidad en Greenpeace España


Hace apenas unas horas regresé, por segunda vez en pocos días, de la evacuación de nuestro pueblo a causa del fuego. Comparto este desahogo porque aún no sé cómo describir lo que estamos viviendo: miedo, desesperación, incertidumbre, desolación. Desde luego nunca había vivido algo así.

 

Habíamos tenido incendios otros años, incluso habíamos ayudado a apagarlos, cerca del pueblo. Pero lo de ahora es diferente: son fuegos de otra magnitud. En una zona tan húmeda como ésta, cualquier incendio “normal” debería frenarse. Sin embargo, este verano los incendios son de otra magnitud. Se encoge el corazón al ver lo rápido que avanza. Es terrible ver lo rápido que se desatan y lo difícil que resulta contenerlos.

 

El esfuerzo de quienes luchan contra las llamas se concentra en salvar vidas y casas. Lo demás, será lo que suceda de modo natural, una vez desatado el monstruo. Es comprensible que la gente se resista a creerlo, y se aferran a quedarse y luchar contra el fuego “como toda la vida”, pero desgraciadamente esto es otra cosa. Aún así confío en que lo que es el casco urbano del pueblo se salve.


El fuego en Sanabria

 

Hablo de Sanabria, donde está la casa de nuestra familia. Nuestro pueblo, San Ciprián, es el más alto de la ladera, justo donde termina el Parque Natural del Lago de Sanabria. Una zona maravillosa, de esa España vaciada, o más bien abandonada a su suerte, que en verano revive gracias a los turistas y a quienes regresamos a nuestras casas de siempre, a nuestro pueblo.

 

Este verano hemos ido más tarde de lo habitual. Yo quería probar a teletrabajar desde allí, huyendo del calor sofocante de Madrid. Ya en el camino vimos iniciarse el incendio de la Carballeda, al este de Sanabria. Una vez instalados, parecía un milagro vernos rodeados por grandes incendios, este (Carballeda, Zamora), norte (León) y oeste (Ourense), todo a pocos kilómetros, pero Sanabria milagrosamente resistía. Hasta que el fuego de Galicia entró, y después comenzó el de Porto, en el otro extremo del Parque Natural.

 

En apenas media semana, el incendio de Porto fue avanzando y devorando gran parte del parque hasta llegar casi al lago. Con cada día que pasaba, más pueblos eran evacuados. Chequeamos el mapa cada día y nos pusimos como referencia un pequeño embalse: si llega ahí, nos vamosY llegó y siguió avanzando.


La primera evacuación

 

Esa noche de domingo decidimos irnos. No es como hacer la maleta para un viaje. Era decidir con el corazón encogido qué salvar porque no sabíamos qué nos encontraríamos a la vuelta. ¿Papeles, recuerdos, cosas útiles? Nadie nos aseguraba que volveríamos a encontrar el pueblo en pie. Cerramos todo lo mejor que pudimos y nos fuimos, pero con grandes dudas de si era la decisión correcta.

 

Aún así, mucha gente se quedó, confiando en que “aquí no va a llegar”.  El incendio siguió avanzando, pero aunque estaba cerca del pueblo, avanzó más en otras direcciones, se metió hacia León y Ourense y evacuaron otros pueblos.

 

El sábado las autoridades permitieron volver. Con miedo pero también con ganas de retomar la normalidad, regresamos el domingo. Esa misma noche salimos a ver el incendio, porque estaba cerca. Se veían las llamas por la montaña a lo lejos. El humo obligaba a usar mascarilla.

 

La segunda evacuación

Este lunes, mientras trabajaba, no paraban de sonar sirenas, hidroaviones y helicópteros Algo inaudito allí, que todo es silencio de campo. A mediodía, vi desde el balcón una gran nube de humo que crecía por minutos. Al rato, un coche de la Guardia Civil recorrió el pueblo anunciando por megáfono la evacuación. Otra vez.

 

Esta vez el fuego estaba mucho más cerca que la vez anterior. Recogimos de nuevo todo y emprendimos la marcha, ya al atardecer. Sin embargo, muchos vecinos decidieron quedarse, convencidos de que esta vez el fuego tampoco llegaría. Algunos incluso cogieron azadones “a desbrozar”. A enfrentarse al fuego “como toda la vida”.

 

El pueblo estaba lleno de guardias civiles, policía aérea (¡que ni sabía que existía!) y la UME. Les preguntamos qué harían ellos y la respuesta fue clara: irse sin dudarlo, y no volver “hasta que llueva, porque antes no se va a apagar”.

 

Con el corazón encogido, volvimos de nuevo a Madrid. Es como vivir una pesadilla que aún no ha terminado. Y lo peor es no saber cómo acabará.

 

¿Qué puedes hacer tú?

 

Ante incendios de alta intensidad, necesitamos proteger nuestros pueblos y para ello es fundamental que se cumplan los planes preventivos y de emergencia local municipales (implementados y comunicados a la población). Corresponde a cada administración local, en general, elaborar su propio plan local de prevención de incendios forestales.

 

El problema es que en muchos casos, los consistorios pequeños no disponen de recursos técnicos, humanos o económicos para la elaboración o ejecución. No puede haber responsabilidad sin recursos.

 

juan carlos: es necesario adaptar y mejorar la gestión forestal del escenario por donde transcurren las llamas. Los incendios no esperan. La acción ciudadana tampoco debe hacerlo. Firma ahora y exige medidas urgentes contra los incendios sin control >>

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