Ella vino a la capital a buscarse la vida. Cargada de ilusión y deseosa de vivir lo que sabía que no viviría en el pueblo y, fundamentalmente, decidida a ayudar en casa pues la situación económica era precaria.
Un mañana una mujer intentó contarle la parte desconocida de su chico. No quiso escuchar. “¿Sabes que está casado?”, le dijo. Habladurías. En una de tantas reconciliaciones llegó un embarazo. “No lo quiero tener”, dijo asustada, “me han dicho que estás casado, dime tú”. Ofendido le prometió que al día siguiente le traería un documento judicial “ya que no te fías”. Tardó, pero lo trajo. El niño tenía dos años. Una burda falsificación en la casilla de “estado civil” la alertó. Indagó. Efectivamente estaba casado y se esfumó.
Atrás dejó a una mujer que lo amó siempre. La mujer que crió a su hijo y que le dijo a la familia que había sido madre cuando uno de sus hermanos la envalentó, antes no. Un día, pasados los años, ambos coincidieron en un acto social. El llegó con su mujer, ella, sola. Se miraron pero no hablaron. En un momento de la tarde se acercó a quien fue su novia y discretamente le preguntó “¿es un varón?”; “sí, pero es mío, quítate de mi vista”, le dijo. Entonces el cobarde desapareció para siempre.
Lo sé bien. Sé también que aquel niño hoy tiene su cara.
FUENTE . http://www.marisolayala.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario