Marisol Ayala.
El eje central de este relato es “la mujer de los gatos”, así le
llaman en su barrio. Una señora discreta, poco habladora. Usa sandalias
de goma como si no quisiera hacer ruido, como si tuviera miedo de que le
reprochen la osadía de alimentar a cinco gatos a los que cuida y
alimenta. A veces la escucho hablar con ellos y reparo en los mimos y
confesiones que les dedica.
La buena mujer ha tenido que pelear con
vecinos a los que les molesta que ella acuda a los puntos en los que
sabe que la esperan los felinos, es decir, debajo de un coche, en el
hueco de un solar o en torno a un parterre. Desde que la ven llegar
salen a recibirla y observar cómo prepara los recipientes para compartir
la comida. Luego se sienta en la acera para verlos comer y asear la
zona. Por cierto, la comida la paga ella haciendo milagros con una
pequeña paga que recibe. Hace tiempo, unos tres años, un loco playa la
amenazó con envenenarle los gatos o “pegarles fuego”. La tranquilicé con
un argumento simple “eso es delito, mujer. No lo hará”. Le aterran los
fuegos artificiales porque sabe lo que sufren sus animales y estos días
busca un lugar donde puedan estar ajenos a los voladores. Es complicado.
Siempre digo que debe ser una buena mujer, sus actos así la describen.
“Ellos no molestan a nadie…”, dice llorosa.
El jueves la busqué. Quería mostrarle una noticia y sus contrastes.
Mientras ella hace años que batalla por cuidar a sus animales, en Santa
Lucía de Tirajana un desalmado de 18 años hace dos meses decidió,
presuntamente, matar a patadas a su gato y disfrutar viendo como
agonizaba. Sus iniciales son C.A.F.S. El machote fue grabado y detenido.
La Guardia Civil lo investiga por maltrato animal.
Dos formas de ir por la vida. Salvando gatos o matándolos.
fuente: https://marisolayalablog.wordpress.com/
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