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lunes, 17 de septiembre de 2018

COSTUMBRES DE MI TIERRA (EL CHINCHORRO)


 María Sánchez
En esta ocasión quiero hablarles de uno de los utensilios empleados por nuestros pescadores, el chinchorro. No puedo hablar de este arte de pesca sin remontarme, como en otros momentos, a los años de mi niñez y juventud.
  
La playa que siempre frecuentaba desde niña era La Garita, con una mar brava donde las haya, pero que nos proporcionaba la buena compañía de otras familias además de uno de los pasatiempos favoritos de mi familia: el marisqueo.
   Nuestra llegada se producía casi con la salida del sol. Todo era como un ritual. Se montaba la caceta, distribuimos sillas y mesa para colocar el pan caliente, de Los Pérez, por supuesto, un pedazo de queso semi duro y el café del Telmo.
   Al poco se veía a lo lejos la barquilla de Rosaliita y ya sabíamos lo que había que hacer. Todo el que podía se arremolinaba en la orilla para cuando llegara ir poniendo los parales por donde se la hacía deslizar hasta la arena.
  Los hombres ayudaban a jalar del chinchorro y la chiquillería se arremolinaba alrededor haciendo que hacía.
    Todo iba bien hasta que la barca estaba parada. Ahí empezaba a cambiar el carácter del barquero que, en ocasiones de malas maneras, iba alejando a la gente del rededor. Su pensamiento era que aquellos que antes sudaron para sacar la red, les pidieran algo de lo pescado cosa que no era de su agrado. Esto no es genérico y algunos repartían lo que sabían que no era vendible.
    Dejando atrás estos recuerdos hablemos del chinchorro. Este aparejo ha desaparecido o ha sido sustituido por otros más modernos. Esta formado por una red de malla muy tupida también llamada “jabega” confeccionada con hilo fino pero resistente. Suele tener unos tres metros de altura y se utiliza dejando uno de los extremos “la manga” en tierra y el otro llamado copo o bolsa se lleva mar adentro en la esperanza de que entre el pescado.
  Cuando se quiere atrapar el manterio de sardinas o caballas, suelen tirar de los extremos hasta una docena de personas donde se mezclan ancianos, mujeres y niños. La maniobra la dirige un marino experimentado que, con la caja de madera con fondo de cristal, va reconociendo el fondo del mar y es el que dispone con cuanta energía se debe tirar de los cabos.
   Hoy las artes de pesca han cambiado y no siempre para bien. Se ha denunciado el daño que muchas de estas artes están haciendo a nuestro fondo marino.

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