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lunes, 3 de febrero de 2014

Nieve suiza para una boda monegasca


Estas son las claves del irresistible encanto de Gstaad, uno de los enclaves fetiche de la jet internacional que este fin de semana protagonizará la boda religiosa del primogénito de la princesa Carolina de Mónaco.

Si el campo era para Ramón Gómez de la Serna ese lugar donde los pollos se pasean crudos, Gstaad es ese sitio idílico donde los miembros de la jet set pueden andar tranquilamente calzando botas de pelo como si fueran osos. Este es uno de los encantos, y no menor, de la pequeña localidad suiza de Gstaad, que este fin de semana protagonizará la boda religiosa del primogénito de la princesa Carolina de Mónaco.
La futura presencia de los happy few más mediáticos no parece alterar el ritmo de vida de unos ciudadanos discretos, habituados a la presencia de celebrities a las que miran con la misma falta de emoción que los pajaritos de un reloj de cuco cuando salen a dar las horas. «Lo que más me gusta de Gstaad es que mi coche despierta más interés que yo», solía decir uno de sus habituales, Roger Moore. Tal vez aquí experimenten el irresistible encanto de sentirse normales.

Hay varias circunstancias únicas que hacen de esta antigua aldea de ganaderos con mucho encanto un sitio extraordinario para ricos y famosos, además de ofrecer el ansiado anonimato. La primera es la sorprendente concentración de ricos de toda la vida en un pueblo tan pequeño rodeado de vacas. Nada como sentirse entre iguales.
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fuente :www.ocholeguas.co

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