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domingo, 8 de junio de 2025

El alma invisible de España: Día de las Fuerzas Armadas



Por Luis Seco de Lucena 

Artículo de opinión

Cada año, la conmemoración del Día de las Fuerzas Armadas nos brinda una  oportunidad única: detenernos a reconocer, con gratitud y humanidad, la entrega  silenciosa de quienes protegen a España en cada rincón del país y más allá de  nuestras fronteras. 

No podemos conmemorar esta fecha sin detenernos, aunque sea un instante, en  el recuerdo emocionado de todos aquellos que dieron su vida sirviendo a  España. Desde los campos de batalla hasta las misiones humanitarias, pasando  por operaciones de paz y catástrofes naturales, cada uno de ellos forma parte  indeleble de nuestra historia. Sus nombres no siempre están en los libros, pero  sí en la memoria de sus compañeros y en el corazón de una nación agradecida.  Honrarlos es también un deber, y mantener vivo su legado, un compromiso  común. 

Cada año, al llegar el Día de las Fuerzas Armadas, España se detiene un  momento para mirar hacia quienes, en silencio y sin pedir nada a cambio, velan  por todos nosotros. Hombres y mujeres que, con disciplina firme y corazón  generoso, se alistan cada día a una misión que va mucho más allá del uniforme:  la de proteger, asistir y servir, incluso en los momentos más oscuros. 

No es solo en los desfiles donde se muestra su entrega. Es en las madrugadas  frías en que se movilizan para combatir incendios, en los pueblos anegados por  lluvias torrenciales donde acuden sin dudar, en las montañas donde buscan a  desaparecidos, en los hospitales de campaña tras una catástrofe. También, lejos  de casa, en países en conflicto donde ondean la bandera de la paz y el respeto,  demostrando que España sabe tender la mano incluso cuando el peligro es  constante. 

La resiliencia de nuestras Fuerzas Armadas se mide en gestos sencillos: en una  mirada tranquila que transmite seguridad a quien lo ha perdido todo, en una  palabra de aliento, en el cansancio que nunca se convierte en queja. El honor,  ese valor tan antiguo como necesario, sigue siendo el timón de cada acción, de  cada paso que dan. Y el valor… ese no está solo en el frente, sino en la  constancia, en el sacrificio callado, en las ausencias familiares que asumen sin  reproches. 

Las catástrofes recientes han vuelto a poner a prueba esa capacidad de entrega.  Y una vez más, ahí estuvieron: removiendo barro, levantando muros, salvando  vidas. Cuando todo parecía colapsar, ellos aparecieron. Ser fuerza armada no  es solo empuñar un arma, es abrazar el deber con la serenidad de quien sabe  que su misión es dar esperanza cuando otros la han perdido. 

Por todo ello, esta conmemoración no debe ser solo un gesto simbólico, ni un  simple acto protocolario. Es también un recordatorio de que, como país, 

debemos cuidar a quienes nos cuidan. Dotarles de medios adecuados, invertir  en su formación, en su preparación, en su seguridad. Porque la vocación y el  coraje no bastan si no vienen acompañados de herramientas eficaces. El mundo  cambia, los retos evolucionan, y con ellos deben hacerlo también nuestras  capacidades. 

En este Día de las Fuerzas Armadas, celebremos más que su existencia:  honremos su humanidad, su sacrificio, su compromiso. Y asumamos todos,  como sociedad, el deber de apoyar a quienes siempre están, aunque no se  vean. Porque detrás de cada uniforme hay una historia, una familia, un corazón  que late por España.


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