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lunes, 4 de septiembre de 2017

La tragedia que hundió para siempre la vida de San Mao


“El mar es dulce y hermoso, pero puede ser cruel”. Tan cruel, como decía Hemingway en El viejo y el mar, que puede borrar para siempre la vida y el motor que en último término le da sentido, el amor. 
Así le sucedió a una de las principales escritoras chinas, San Mao, cuando su marido, el jiennense José María Quero, murió ahogado mientras practicaba pesca submarina en la costa norte de La Palma al final de un mes de septiembre como el de ahora, pero de 1979, cuando dominan las llamadas calmas la fuerza del Atlántico.
Aquel dolor hirió tanto las entrañas de la joven y ya por entonces prometedora escritora taiwanesa, que perdió el hijo que estaba gestando en su vientre. No existe documentación que lo acredite, pero la obra sobre San Mao del investigador y Cronista Oficial de Santa Cruz de La Palma, Manuel Poggio Capote, El olivo y la flor de la ciruela, ha revelado este hecho citando testimonios de personas que tuvieron amistad con la pareja durante su estancia en Canarias.
San Mao y José María Quero llegaron a las Islas después de tener que abandonar El Aaiún, a las puertas de la ocupación marroquí del Sáhara con la Marcha Verde. La experiencia del desierto fue reveladora para la escritora, cuya primera obra, Cuentos del Sáhara (1976), está inspirada en sus vivencias en la antigua colonia española. El libro, que se tradujo por primera vez al español el año pasado por la editorial Rata, cosechó un notable éxito de ventas en Taiwán. Mientras que José María Quero trabajaba en su gran pasión, el mar, como buzo para la empresa Fosfatos de Bucraa.
De ahí se desplazan a Gran Canaria, donde compran una casa en la playa del Hombre, Telde. Para luego marchar a Tenerife. Allí Quero trabaja en 1978 en las obras de mejora de la cala rocosa de Martiánez, tal y como señala Poggio en su estudio, hasta que surge una oportunidad laboral interesante para el buzo en las obras de ampliación del Puerto de Santa Cruz de La Palma, ciudad a la que se van a vivir a finales de marzo de 1979.
Sin duda, la presencia de aquella pareja con cierto aire exótico no debió pasar desapercibida para la sociedad local, mecida por el quehacer cotidiano en una ciudad tranquila y coqueta, que tenía por entonces casi la misma población que en la actualidad, 17.000 habitantes.
Una de las principales amistades que cosechó la escritora china en La Palma, Emy Romero, recuerda en los testimonios recogidos por Poggio Capote para el estudio, que publicó el Cabildo, que San Mao le confesó una mala corazonada: “Un día el mar se llevará a José María”.
Augurio que tristemente se cumpliría el 30 de septiembre de 1979, cuando acompañado de un grupo de amigos, se desplazó a la costa de Barlovento, al norte de la Isla, para hacer pesca submarina una mañana de domingo. El cuerpo del experimentado buzo fue rescatado al día siguiente. Mientras que San Mao, que se encontraba en Gran Canaria, volaba a La Palma después de recibir la noticia el día anterior de que su marido había desaparecido bajo las aguas.
San Mao, durante el funeral, no podía sino repetir constantemente “amor mío, amor mío”, sumida en el dolor por la pérdida de su pareja, que había conocido casualmente en Madrid en uno de sus viajes de estudio a Europa.
Los restos de José María Quero descansan desde entonces en el cementerio de Santa Cruz de La Palma, que se ha convertido en un lugar de culto para numerosos chinos admiradores de la escritora, que tienen en este camposanto un espacio capital de la trágica biografía de Chen Ping, su nombre auténtico tras el seudónimo literario de San Mao, que había tomado de un personaje de cómic que representaba a un niño que erraba por el mundo sin hogar.
“Su personalidad agradable empezó a convertirse ahora triste e insegura. El cabello se le encaneció y perdió el brillo de sus ojos”, relata Poggio Capote en su obra. Lo cierto es que la autora regresó a su país donde trabajó como profesora universitaria. En 1991, cuando estaba atravesando una enfermedad grave, se ahorcó en el hospital.
La Palma empezó a recobrar la memoria de la corta pero trágicamente decisiva presencia de la escritora en la isla por la curiosidad que despertaron los visitantes chinos que acudían al cementerio de la capital para conocer el lugar donde reposaban los restos de uno de los dos protagonistas de aquella historia de amor.
De hecho fue uno de estos viajeros, Deric, quien sufragó la colocación de una placa con el nombre de José María Quero, al encontrarse entonces en un nicho común de restos sin nada que recordara su presencia.
Posteriormente, se realizó un pequeño monumento funerario a cargo de José Alberto Cabrera en el nicho de Quero, donde hay multitud de callaos, con mensajes en chino, que se han ido depositando estos último años.
En La Fajana de Barlovento, en la costa donde falleció haciendo pesca submarina, María Victoria Hernández, como consejera de Cultura, impulsó la creación de un mirador literario en memoria de la pareja, cuyo diseño, cargado de simbolismos, fue realizado por Juan Alberto Fernández. Un bello poema de Sanmao está inscrito en esta atalaya: “No me preguntes de dónde vengo, mi origen es muy lejano. ¿Por qué vagabundear tan lejos? Por los pájaros que vuelan, por el arroyo que fluye en el valle, por las vastas praderas, pero sobre todo, sobre todo, por el olivo de mis sueños”.
fuente: 
http://diariodeavisos.elespanol.com/2017/09/la-isla-cambio-siempre-la-vida-la-escritora-san-mao/

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