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martes, 30 de diciembre de 2014

El secreto de aquella mujer


Desde niña en el pueblo llamó la atención su habilidad para conducir. Sus padres tenían plataneras y ella y su hermana pudieron haberse ido a un municipio con mejores comunicaciones, con más proyección, vamos a poner a Las Palmas de Gran Canaria, pero no. Allí era feliz donde la conocían y conocía; donde compartía confidencias con quienes habían sido compañeras de pupitre. Una abrió una mercería, otra daba clases particulares y la tercera se había propuesto salvar al mundo africano.

 Ella es una mujer muy sensible con los derechos humanos y hablar de Argentina, Allende o  África es verla conmovida. Una persona especial.  En ese ir venir con sus amigas a sus asuntos un día de hace seis veranos pensó que no estaba mal pasar una jornada en la playa más cercana. Sola, con la única compañía de un libro. Se puso al volante del coche heredado de su padre y de pronto por una carretera polvorientas que la llevaba a la playa observó que una mujer que podía ser su hermana mayor caminaba desnortada por el asfalto y le extraño. Algo debió ver en sus andares que no siendo una mujer valiente aminoró la marcha y se puso a su altura: “¿Te llevo?”, le pregunto. La mujer subió al vehículo y no hablaron nada de interés, nimiedades. Cuando el coche llegó a un punto del camino le dijo que parara y allí se quedó.
Con el paso del tiempo cada vez que se veían la mujer saludaba a la conductora con efusividad pero ella no lo entendía. Años después quiso el azar que ambas se encontraran sin prisas. No sabían que era día de confidencias. Una tomó té verde otra un café. De pronto sus manos se encontraron. “¿Sabes por qué te abrazo tanto cuando te veo?  ¿Sabes por qué te quiero sin conocerte?”. Desconcertada le dijo que no pero le reconoció que le llamaba la atención tantas sus muestras de cariño. Y entonces le explicó.  “¿Recuerdas el día que me recogiste en la carretera?”, “claro…”, recibió como respuesta. “Ese salí de casa para quitarme la vida y tú sin saberlo lo impediste”. Se emocionaron mucho, una más que otra.
Un secreto que conocía uno de sus hijos. “Sabe quién eres”, le confesó “y le he dicho que si un día necesitas algo lo busque y te lo lleve. Estoy viva gracias a ti”.
Ya ven. Un día que amenazaba nubarrones y de repente salió el sol.
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