Lograr la alcaldía de La Laguna por herencia no tiene ningún mérito. Fernando Clavijo pecó de bisoñez cuando se metió en la carrera para ser candidato a la presidencia. Antes los políticos solían ser abogados. Hoy se lleva más ser economista. Pero si fueran historiadores les iría mejor. Porque si Clavijo se hubiera estudiado la historia de Coalición Canaria hubiera comprobado que las cosas no pueden ser tan fáciles como estaban siendo para él. Llegó el día de la batalla que parecía la última, y después de escuchar el veredicto Fernando Clavijo 45, Paulino Rivero 40, creyó que comenzaba el ascenso a los cielos. Pero en Coalición Canaria las cosas nunca son lo que parecen. Parecen nacionalistas, no lo son. Parecen ecologistas, no lo son. Parecen amantes de lo canario, no lo son. No parecen compañeros de partidos, y sí lo son.
Todas las encuestas dicen que los partidos políticos tradicionales se han convertido en unos de los principales problemas de los ciudadanos. Porque ya no son aquellas organizaciones a las que se apuntaban gente con ideologías, con diferentes planteamientos sobre la sociedad. Hoy en día son agencias de colocación de empleo o instrumentos para realizar tráficos de influencia. Como no hay ideas que debatir más que líderes lo que tienen son jefes de camarillas. Son como los clubs de fans. En Coalición Canaria el club de fans de Paulino Rivero dibuja a Clavijo como el amigo de Soria que traerá al PP al gobierno. Los medios gubernamentales difunden esa imagen creada por el club de fans de Rivero, una imagen basada en la desmemoria: quien llevó a Soria a los más alto en la política canaria fue Paulino Rivero, quien entregó más poder autonómico que nunca a la derecha española fue Paulino Rivero, quien firmó por primera vez un pacto autonómico en la calle Génova de Madrid fue Paulino Rivero.
Lo mismo ocurre con el club de fans de Fernando Clavijo. Un juez imputa al alcalde lagunero por tráfico de influencias, prevaricación, fraude en la concesión de subvenciones y malversación de caudales públicos. Y en lugar de analizar si el magistrado tiene o no razón, si cuando trincaron a Clavijo junto al carrito de helados estaba simplemente viendo qué sabores había o estaba regalando cucuruchos a sus amigos, lo que hacen los fans es intentar imputar al juez, y empiezan a contar el historial de César Romero Pamparacuatro, con medias verdades que podrían ser mentiras. Si los fans de Paulino pintan al Mencey como el progre que nos salva de los recortes y de la derechona, los fans de Clavijo se ponen a justificar el tráfico de influencias, ¿qué alcalde no ha intentado enchufar al hijo de un conocido en una empresa? Se llega a decir que Pamparacuatro tuvo cuatro años pinchado el teléfono de Clavijo, algo que además de ilegal sería imposible porque el propio auto judicial dice que el trabajo de investigación a Clavijo terminó en 2012, ya en octubre de 2013 el magistrado se quejó a la Audiencia Provincial de la fal-ta de medios para notificar sus resoluciones a las partes. Además Pamparacuatro se incorporó a esta causa en enero de 2011 tras acabar su comisión de servicio en el Caso Unión en diciembre de 2010. Pero la realidad no debe estropear los relatos que construyen los activistas de los clubs de fans. También hay clubs de odios, los que forman quienes amenazan con usar las llamadas grabadas por los jueces para combatir a enemigos políticos y periodísticos.
Que los partidos sean clubs de fans no debería ser un problema, más bien es una consecuencia de la degeneración de la política. El problema es cuando los periodistas nos apuntamos a los clubs de fans. Porque igual que el periodismo de partido y el amarillista aplica la premisa “nunca dejes que la verdad empañe un buen titular”, si nos apuntamos a los clubs de fans de estos seudodirigentes políticos estamos hurtando a los lectores, oyentes y telespectadores la información necesaria para que saquen sus conclusiones. Ya decía el gran Groucho Marx: “nunca pertenecería a un club que me dejara entrar a mí”. Por eso aborrezco ser miembro de los clubs de fans, aunque en este oficio ser fan de un mandamás te ayuda a salvar un medio y a salir de pobre. A estas alturas de la película yo me haría socio del clubs de fans del escáner. Sí , ese escáner que no tenía el juzgado número 1 de La Laguna, la cuarta ciudad de Canarias. Un aparato que cuesta 10.000 euros que debe pagar un gobierno que sí tiene 40.000 euros para hacer una encuesta sobre las prospecciones petrolíferas cuando ya comenzaron los sondeos de Repsol. Ese escáner que sí aparece cuando el imputado ya es candidato de Coalición Canaria. Compañeros de partido. ¡Hay que joderse!
@juanglujan
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