¿Se acuerdan de cuando se ilegalizó Herri Batasuna?
Las cosas en el País Vasco habían llegado a una situación insostenible, tanto que mantener la formación abertzale como partido legítimo hubiera supuesto para muchos una concesión inaceptable y una burla para la Ley de Partidos.
Lo que pasó fue… nada. Absolutamente nada. No hubo grandes manifestaciones ni levantamientos ni desordenes civiles. Nada. La vida siguió como antes, pero con cierto alivio en la tensión política.
Y entre los que temían lo peor -es decir, entre los que se equivocaron- estaba el obispo de Bilbao, Monseñor Blázquez. Sí, el mismo que hace unos días también nos ha advertido de lo peor, ahora como presidente de la Conferencia Episcopal, si se actúa con firmeza ante el separatismo catalán.
No en solitario, tampoco entonces. En una carta pastoral conjunta con sus colegas de San Sebastián y Vitoria plañía que la ilegalización de Batasuna podría traer “consecuencias sombrías que prevemos como sólidamente probables y que, sean cuales fueren las relaciones existentes entre Batasuna y ETA, deberían ser evitadas”.
Por supuesto, es perfectamente posible que erraran entonces y acierten ahora. Pero el recuerdo de aquella carta pastoral, tan parecida en tono y temores a la nota recientemente hecha pública, nos permite sospechar que hay un hilo común, una tendencia insidiosa por parte de nuestros pastores -o de los burócratas que pergeñan estos mensajes desvaídos- a ceder ante patentes ilegalidades por preservar una paz que, si atendemos a la experiencia histórica, jamás se ha conseguido con una perpetua rendición.
Naturalmente, ni en uno ni en otro caso era la redacción tan clara que ose decir, con todas las palabras, que condenan la reacción legítima del Estado. Muchos, incluso oponiéndonos tajantemente, agradeceríamos al menos la claridad. Pero la ambigüedad y la difuminación de toda idea fuerte parece ser una condición ‘sine qua non’ de los textos de nuestros benditos obispos cuando escriben al alimón.
Sinceramente, no sé cómo puede solucionarse la situación sin medidas tajantes, audaces, que arriesguen por donde no quieren nuestros purpurados, sabiendo que la pasividad puede traer y ha traído, de hecho, circunstancias aún peores.
Dialogar es un verbo cargado de prestigio, e incluso una actividad ineludible cuando las circunstancias lo permiten, esto es, cuando se trata de un verdadero diálogo y no dos monólogos simultáneos. Pero hay que saber cuándo hacer algo más que hablar, tanto más cuanto ese ‘diálogo’ que piden los obispos lleva manteniéndose ininterrumpido casi cuarenta años, con resultados no excesivamente brillantes, y teniendo en cuenta que la otra parte de la supuesta conversación parece haberse cansado de ella.
Por lo demás, es razonable temer que una nueva fase de ese ‘diálogo’ será solo un nuevo intento del Gobierno de la nación de ‘comprar’ las voluntades de los secesionistas, como si ese método ignominioso no se hubiera aplicado ya hasta la saciedad o no nos hubiera traído directos a donde estamos ahora.
Carlos Esteban
1 octubre, 2017
fuente: https://infovaticana.com/2017/10/01/cuando-blazquez-firmo-una-carta-defensa-batasuna/
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