José Saramago se refería en su Ensayo sobre la ceguera a los "ciegos que, viendo, no ven".
La cita viene al pelo para definir el mal que afecta a Don Juan Carlos. Y no, no me refiero a la cabezonería de no querer ponerse gafas en público, sino a algo más serio.
Su miopía le impide ver que por más espejitos mágicos que consulte su imagen es irrecuperable para la causa monárquica.
Pasen y vean: el jueves, sin ir más lejos, la ETB emitió el reportaje de Canal + FranciaJuan Carlos, el ocaso de un Rey. El resultado: la televisión vasca dobló su audiencia.
El colmo de los males del jefe del Estado es que, habiendo perdido la vista, los que se supone que deberían guiar sus pasos no hacen más que guiarle contra el muro.
La Zarzuela parece haberse convertido en el mejor aliado republicano. Y desde La Moncloa, fontaneros de Mariano Rajoy, asisten con la boca abierta de incredulidad alsainete juancarlesco. Raro, raro, raro.
El reportaje del Hola, el bochorno de su discurso en la Pascua militar, su laissez fairecon la Infanta Cristina, permitiéndola no renunciar a sus derechos dinásticos... Demasiados errores del equipo liderado por un jefe de la Casa del Rey, Rafael Spottorno, que tampoco estuvo muy fino cuando hace unos días se quejó amargamente en TVE del "martirio" que está sufriendo la casa a cuenta del caso Nóos.
Demasiados. Tantos que dan que pensar, porque tratándose de la Corona las casualidades no existen.
No lo digo sólo yo: cada vez más zarzuelólogos afirman que en Palacio hay una o varias manos negras empeñadas en quitar de en medio a Don Juan Carlos.
La teoría de la conspiración lleva tiempo circulando entre la prensa y en sobremesas y cócteles de la socialité, pero en las últimas semanas ha multiplicado sus partidarios al calor de los extraños acontecimientos.
Gente que, como decía Iñaki Gabilondo la semana pasada en la SER, no se explica que las "malas compañías" del monarca le saquen "disfrazado de joven maduro" en la portada del Hola, o le hagan "juegos de manos" con las encuestas para hacerle creer que su baja popularidad es pasajera.
En todo ello no ayuda precisamente la actitud de Doña Letizia, que últimamente se permite hasta criticar a su suegro en algún que otro acto público.
Que se ande con ojo la mujer del heredero, porque hace unas semanas una amiga íntima del Rey -sin identificar, todo sea dicho- la acusaba en Vanity Fair de estar a la cabeza de esas intrigas palaciegas para jubilarle.
Y ahora vienen las prisas para que Don Juan Carlos empiece a hacer viajes, aunque sean "cortos" dicen en La Zarzuela.
¿Acaso no saben en Palacio que antaño ya pagó con creces la imprudencia de una reincorporación precipitada al trabajo y que una recaída podría hacerle polvo? En fin, me temo que sí lo saben.
fuente : http://www.elsemanaldigital.com
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