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jueves, 11 de enero de 2018

A pescar a El Hierro para huir del hambre en La Gomera

 


En 1941 algunos pescadores gomeros cogieron sus barquitos de remos y se subieron al vapor interinsular. La “tierra prometida” estaba a 48 millas, en La Restinga: cuatro chozas de piedra al borde del mar entre coladas petrificadas de lava donde acabaron fundando un pueblo. [PELLAGOFIO nº 60 (2ª época, enero 2018)].


L a Gomera empezó a nacer cuando llegaron los noruegos”, suelen decir los nativos de esta isla que todavía viven para contarlo. Es el caso de Francisco Mora Ramos, que cumplió los 90 en septiembre de 2017 y al que todos llaman Pancho. Su padre, Ramón El Zapatero, era de San Sebastián pero dejó de arreglar suelas cuando conoció a su madre y se fueron a emprender una nueva vida a Playa Santiago y el zapatero “se metió a la pesca”, relata. El inicio del cultivo del tomate en Tecina dio trabajo a muchos isleños, entre otros a los hijos de Ramón, que se emplearon “en el aserradero donde la madera la cortaban a la medida para hacer los cabeceros, los largueros, los fondos y las tapas de las cajas para el empaquetado de los tomates, que eran como conos: los seretos”.
Pancho Mora, pescador:
“Cuando mi padre cobraba la pesca, como la moneda no venía en papel sino en los duros grandes y los medios duros, venía con el sombrero y lo vaciaba sobre la mesa”


Recuerda Pancho que uno de sus hermanos era muy hábil con el martillo. “Se echaba un puñado de punchas* a la boca y las iba apartando con la lengua para no perder tiempo: bum-bum-bum hacía tapas y lo que fuera. Era un artista. Yo también empecé, pero las cogía una a una y para la hora de la comida cogí un ajuste de 300 tapas que me las hacían ellos y yo me iba para casa. Luego venía el encargado y las contaba”.
También iban a pescar con su padre, “que cuando cobraba la pesca, como la moneda no venía en papel sino en los duros grandes y los medios duros, venía con el sombrero y lo vaciaba sobre la mesa”. Pero llegó el tiempo de la guerra (primero fue la civil, después empezó la mundial), y con ella la escasez y hasta el hambre, “no había nada para endulzar, el azúcar era un contrabando”.
Por aquellos años, un señor de barranco Santiago conocido por José Fota “se puso a sacarle guarapo a las palmas y a hacer miel, un negocio”. Metido de lleno en la actividad guarapera, sube en el correíllo y se va a la vecina isla de El Hierro a buscar palmas con la idea de ampliar el negocio. Emprendedor él, después ganó todavía mucho más dinero cuando la gente empezó a emigrar a Venezuela, “porque daba 10 mil pesetas para el pasaje con la condición de que le devolvieran 20 mil, el cien por cien”, afirma.
José ‘Fota’:
“Compadre, allí llegan los mariantes con la caña al hombro, su taleguita con su carnada y sobarriando viejas patrás. Lo suyo está en El Hierro. Vaya allá”
El caso es que Fota llega a El Hierro “y no había palmas por ningún lado –ríe Pancho– y como era muy aficionado a la pesca de tierra (mi padre iba de noche a pescar besugos y a veces lo llevaba en el barco y lo soltaba en una punta), se vino para las orillas de la isla y veía a la gente pescando a viejas*”. De regreso le dice a Ramón Mora: “Compadre, allí llegan los mariantes* con la caña al hombro, su taleguita con su carnada y sobarriando viejas patrás. Lo suyo está en El Hierro. Vaya allá”, le insiste.
Así fue como el padre de Pancho le dice al compañero que tenía, “Perico, mira, vamos a hacer una prueba: vamos a ir a El Hierro, que dicen que allí está el pescado que da miedo”. Y en uno de los vapores correo de esa época, “el León y Castillo o el Viera y Clavijo, se arranchan* a salar el pescado un viernes para volver el otro viernes –relata el hijo–, con sus sacos de sal para salar el pescado, sus pandorgas* y sus tambores*…”. Corría el año 1941 y su barquito de seis metros de eslora, el Jaime hubo que “subirlo con la grúa y ponerlo sobre la cubierta del correíllo, no es como ahora con el ferry”.
Pancho Mora, pescador:
“En La Restinga no había nada, sino tres o cuatro cuartitos chiquitos” de vecinos del pueblo de El Pinar que ocasionalmente bajaban a pescar
 La casualidad quiso que ese mismo día otro pescador gomero con su barquito, pero de Valle Gran Rey, Aquilino Torres, tuviera la misma idea y coincidieron a bordo del vapor. No se conocían, pero habían oído hablar el uno del otro. “Los soltaron en el puerto de La Estaca y los dos barcos echaron juntos por ahí para abajo hasta que llegaron a un soco* que había y se metieron”. Habían llegado a La Restinga y todavía no sabían que se iban a convertir en los primeros residentes y fundadores del pueblo, pues hasta entonces “aquí no había nada, sino tres o cuatro cuartitos chiquitos” de vecinos del pueblo de El Pinar que ocasionalmente bajaban a pescar.

 fuente:  http://pellagofio.es/islenos/historia-oral/a-pescar-a-el-hierro-para-huir-del-hambre-en-la-gomera/

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