A. Robles.-
Has puesto rostro a las decenas de africanos que lográsteis saltar la valla de Ceuta en sucesivas y violentas avalanchas. Vi tu imagen en todos los noticieros, exultante y con pose triunfal. El estrellato de saltimbanquis del progresismo se ha sentido felizmente sobrecogido por tu pericia saltadora y te ha dado la bienvenida y tratado como a un héroe.
Bienvenido al paraíso europeo. A partir de ahora, no tendrás que trabajar ni esforzarte para que todas tus necesidades sean cubiertas con la presteza buenista de un puñado de intermediarios del lucrativo negocio de la solidaridad y que consiste en detraer de los empobrecidos españoles los recursos de los que carecen para que puedas llevar una vida ociosa y regalada. A partir de hoy, tu única preocupación será la de exigir más cada día a los representantes de esa población que tiene que doblar el lomo para que puedas rascarte la barriga tendido al sol, ahora que se otea la primavera. Para ponerle la guinda al desenfreno solidario en el que te verás envuelto, deberías exigir a tus agentes sociales la adquisición de un smartphone de última generación, como los que usan pomposamente tus hermanos africanos que vemos por las calles. Incluso si anhelas la fama, tienes la oportunidad de que Podemos te asegure algún carguito exótico pagado por los contribuyentes, entrar en la nómina de alguna federación regional de fútbol si dices haber entrenado al equipo de tu poblado, como hizo Obama Abdul Mohsen, el caradura sirio de la zancadilla; o liarte con alguna churri farandulera en horas bajas y terminar compartiendo confidencias en Tele 5.
Dicen los profesionales del cuentismo solidario que tu llegada tendrá un impacto positivo en la vida de los españoles, que debemos festejar tu venida como maná caído del cielo en mitad del desierto. Sinceramente, por muchas vueltas que le doy, no conozco una sóla razón por la que deba alegrarme de que estés entre nosotros, pero deberás disculparme: sólo soy un español cegado por el identitarismo que prefiere lo propio a lo extraño, que ve en tí cualquier cosa menos una oportunidad para los míos.
A partir de hoy ya no tendrás que soportar la crudeza de una existencia donde el fruto recogido sea el resultado del esfuerzo cosechado. Aquí te vestiremos, te alimentaremos, te daremos un techo, aún menoscabando los derechos de miles de españoles que tienen que dormir al raso cada noche. Millones de españoles con subempleos precarios trabajarán para que ante ti se abran las puertas de nuestras instalaciones sanitarias, de nuestros servicios sociales, de nuestros transportes públicos, de ese estado del bienestar asegurado por la magna obra de los españoles que nos precedieron y que acaso no alcance a conocer la extensa prole que seguro tendrás en pocos años.
Aunque no lo escucharás en boca de tus cuidadores, y mucho menos en la de los representantes de una casta política, maternal con los hijos de otros y madrastra con los suyos propios, mi deber es advertirte que todo el cúmulo de servicios y atenciones que recibirás a cambio de haberte colado delictivamente entre nosotros, amparado por unas leyes tan perversas como ruinosas, que tu gratuita estadía, en fin, se habrá debido a todas esas generaciones de españoles europeos que han trabajado, luchado, sufrido, inventado y creado durante siglos. Mientras nuestro pueblo levantaba catedrales e inventaba cosas que aseguraran la supervivencia a millones de personas de todas las razas, el tuyo tocaba el tam tam, comía lo que tuviera a mano y sucumbía ante las leyes de la naturaleza con fatalista resignación.
Pero no todo el porvenir va a ser igual de ventajoso para ti y toda la masa migratoria que ha entrado ilegalmente en Europa al amparo de los métodos operativos globalistas para crear el caos en nuestras sociedades. Cuando los siervos de la élite acordaron soterrar con el manto de la solidaridad la inefabilidad de las leyes naturales, comenzó a tejerse el drama que hoy nos conturba. Si la solución a ese drama es que rehuyáis el esfuerzo de fertilizar vuestras sociedades porque se os ofrece la oportunidad de reemplazar a los europeos, con la tutela de las penosas leyes que han sido aprobadas por los sucesivos gobiernos, mi deber es advertirte que cuando se culmine ese feroz propósito, con el hombre nativo europeo convertido en una simple rémora, apenas quedarán recursos humanos potencialmente avanzados para el sostenimiento del parasitismo social que hoy podemos seguir manteniendo. Siento ser así de crudo, pero hasta el idolatrado y sobrevalorado Nelson Mandela, que era sobre todo un tipo muy listo, sabía que una Suráfrica sin blancos sería como un erial sin regadío. Mantener a flote el barco botado hacia el estado de progreso y desarrollo social no es empresa que esté al alcance de todos los timoneles. A la historia de unos y otros me remito.
Pero mientras llega el naufragio, disfruta cuanto puedas de las ventajas de la metódica y sistemática obra que ha sido puesta en escena por los mundialistas, para que los actores principales durante siglos terminen convirtiéndose en inválidos atrezzos, ya con otros actores sobre las carcomidas tablas interpretando otro guión.
Te confieso que si pudiera, pondría tierra de por medio en busca de un lugar que estuviera lo más alejado de ti. No lo tomes como algo personal. Si la libertad es la base más sólida de una existencia digna y libre, mi libertad me impele a buscarla entre los míos, cobijado bajo mi civilización y sin que ésta tenga que estar en permanente regresión por la incívica convivencia de realidades tan distintas. Espero que quienes así pensamos podamos encontrar algún día el sostén de ese lugar, en el este de Europa o en la América más profunda, donde la asimilación de los pueblos no esté en permanente entredicho, a salvo de asaltos fronterizos y misceláneas culturales, y donde cada grupo humano lo sea por compartir unos valores, unas costumbres y unos comportamientos comunes. Ni mejores ni peores, pero distintos a los tuyos. Es mi libertad, salvo que los que han amparado políticamente tu llegada ilegal a España, también quieran arrebatármela.
No pienses que me resulta facil escribirte esta carta. Oponerme a tu llegada es un mal negocio para mi. Tan malo que mina mi credibilidad periodística a ojos de tus benefactores. Quizás no por casualidad, tu llegada no ha sido capaz de levantarme el ánimo. Y algo peor aún: tu imagen desafiante en Ceuta me ha dado a probar el amargo trago de los que le pierden el afecto y el respeto a su propio país.
http://www.alertadigital.com/2017/02/21/carta-al-subsahariano-que-logro-saltar-la-valla-fronteriza-de-ceuta/
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