No suelo escribir de política. No me gusta el tener que convencerles que voten lo
mismo que yo. Me desgasta. Me sentiré más orgulloso de un país en el que la gente vote lo
que quiera y no lo que le obliguen a votar. Todos coincidirán conmigo en que tenemos
amistades que te intentan imponer sus ideas. Me satura. Yo, hasta alguna amistad he perdido
por la radicalidad de sus argumentos. No por las ideas, si no por radicalidad con las que me las
intentan imponer.
Hace tiempo que el parlamento es un circo bochornoso. ¿De verdad que estos políticos
representan nuestra sociedad? Mal vamos. Recuerdo cuando hablábamos de ideologías. Unos
eran los rojos y otros los fascistas. Luego se moderó y ahora unos eran de izquierdas y otros de
derechas. Los de un lado intentaban convencer a los electores con argumentos, con algún que
otro reproche al bando contrario. Yo soy de izquierdas, hijo de un sastre y una ama de casa
que ha luchado mucho para llegar a ser una clase media. Pero no, no les voy a pedir que me
sigan, voten según su conciencia. Lo único que les pido es que no se dejen engañar y, sobre
todo, que no dejen que les crispen la razón, con enfrentamientos políticos. Y no sigan a sus
líderes como si no hubiera un mañana. Ellos no les conocen y no les solucionarían los
problemas que tengan en su casa. Eso, quizás, sea más factible que lo haga su vecino. Hágase
amigo radical de su vecino, eso le saldrá más a cuenta.
Desde hace unos años hacia acá, los argumentarios políticos de los partidos no son del
tipo “somos mejores que ellos”. No. Ahora las razones para ser mejores es inducir en la
ciudadanía la idea de “ellos son los malos y nosotros los buenos que les vamos a salvar del
diablo”. Y se empeñan, día tras día, en desprestigiarse unos a otros de una forma tan
descarnada que dan mucha, pero que mucha vergüenza. El amago de dimisión de Sánchez no
lo voy a valorar ¿Derrumbe o estrategia? La verdad es que me da igual. Lo que no creo que sea
de recibo es que tengamos que llegar a estas actitudes. Ya no luchan por nuestras ideas. Los
políticos de todos los bandos han creado un campo de batalla nuevo, que son nuestras
emociones. Y eso es lo peor que le pueden hacer a un país. Porque nos están hundiendo en la
parte que más nos deberían estar mejorando: la afectiva. Mi madre siempre me dice que no
me meta a político y les aseguro que hace menos de una década me vinieron a poner en las
listas tres partidos en las mismas elecciones. No. Yo, a ese juego no juego. Y menos con estas
reglas.
Por favor, hagan política, hablen de estrategias de cómo mejorar el país y dejen las
desacreditaciones personales, porque es una espiral que crece a cada giro y del que ya
estamos comprobando que no saben cómo parar. Se lo ruego. Gánense los votos en la cancha
y no teniendo, como única estrategia… robárselos al enemigo con mentiras y bulos.
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