El origen de dicha locución surge de los ambientes marineros y portuarios, y hace
referencia al tejido utilizado para la confección de las velas de los barcos: mucha
tela, costosas de elaborar y de un alto precio.
Si nos trasladamos a tiempos pretéritos donde los navíos utilizaban velas de grandes
dimensiones, veremos cómo precisaban invertir ingentes cantidades de dinero para su
confección, debido a que no se trataba de un material corriente ni mucho menos barato.
Debían poseer una gran resistencia para aguantar las fuertes embestidas del viento en la
mar, por lo que esa dureza se convertía en una dificultad añadida a la ya complicada y
ardua labor del cosido. Más aún, si recordamos que las máquinas de coser con uso para
velas no fueron patentadas hasta finales del siglo XVIII, por lo que todo el trabajo era
manual. Por esta razón, en los buques de vela siempre embarcaba un «maestro velero»,
que se hacía cargo de la gran cantidad de velamen que llevaba y propulsaba al barco, y que
indudablemente obligaba a un trabajo permanente de reparación, recogido y confección de
nuevas velas.
Es precisamente esa robustez lo que da origen a la expresión «tela marinera» utilizada en
nuestros días.
Fuente de información. El listo que todo lo sabe.
María Sánchez
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