Marisol Ayala
Cuando miramos las cosas con distancia, como observadores ajenos de
escenas que no te pertenecen tenemos la ventaja de poder intuir como las
moverá la vida. Mil veces nos equivocamos y mil veces acertamos.
Las
conocí hace unos diez años y sin saber con certeza que les unía el amor,
tuve claro que una amaba más que otra. Una mendigaba y otra daba
limosna. Nunca les vi gestos de cariño; se habían acostumbrado a vivir
en un corre corre sin tiempo para remendar nada; los viajes eran viajes
de trabajo, siempre rodeadas de amigos o conocidos, nunca solas. Las
quise y las quiero, pero nunca tuve valor para hablarles de ellas, de su
vida, de su futuro, al fin y al cabo, una había levantado un muro que
complicaba la comunicación. Hablamos de mil cosas menos de ellas. Yo
veía cómo se distanciaban y un día, a cuenta de una conversación,
concluí que esa pareja tenía escrito el final, un final y que no sería
bueno, sería doloroso, más para una que para otra. Nos vimos durante
mucho tiempo más hasta que un día un par de líneas me aclaró mucho. Una
se iba a Barcelona otra a Punta Cana. No pregunté. Luego llegaron las
comunicaciones y fue así como uní confidencias y cerré el círculo. No
querían acabar, pero debían poner punto y final a eso. Tampoco querían
hacerse daño así que durante meses evitaron que los sentimientos
incontrolados les acercaran al mundo de los reproches. Una quedó muy
tocada porque su carácter tímido dificultaba nuevas relaciones y quiso
mucho; la otra no tardó en hallar una mujer que la amara, la entendiera.
Con la más afectada hablé mucho allá donde estaba y en una de esas
charlas la escuché especialmente cantarina, feliz, risueña. «Loquilla”,
pregunté, “¿hay alguien por ahí?». No contestó, pero soltó una sonora
carcajada. «Algo, Mari…», me dijo. Me alegré porque sabía de su
deficiente manejo de los sentimientos. Llevan dos años de relación y en
verano vendrán a Canarias. Está preocupada porque a su padre los negros
le gustan poco…”, comenta. “Te quiere tanto que acabará viéndola rubia,
verás” y nos reímos. Su ex sigue pintando atardeceres de Marruecos y
mantiene intacto su compromiso de salvar el mundo. Dicen que vendrá con
un bebé bajo el brazo, el de su pareja y que será pronto. Hace poco
recibí una foto en la que cubre su cabeza con un turbante multicolor.
Sus ojos azules brillan más que nunca.
FUENTE: https://marisolayalablog.wordpress.com/
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