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martes, 12 de marzo de 2019

Quiso saber su verdad


Marisol Ayala


Hace nueve años, cuando los “bebés robados” cobraron actualidad Rosa decidió tirar de su ovillo, ese cuyo hilo suelto le recordaba que estaba ahí, el ovillo, claro. Le había prometido a su madre adoptiva que jamás, mientras ella estuviera viva, tiraría de él. Pero una serie de acontecimientos fueron debilitando su promesa. Ella se había pasado adolescencia y juventud preguntando por su madre biológica; alguien, parece que una tía lenguaraz, había abierto una ventana que la familia tenía cerrada a cal y canto.

Fue cumpliendo años, tuvo hijos, era feliz y no se perdía ni un solo reportaje, debate o testimonios sobre los “niños robados” pero recuerden que había jurado no mover el caso. Poco a poco su madre fue perdiendo la cabeza y de vez en cuando le pedía a su hija que se sentara en su cama y atropelladamente le mencionaba a una mujer. «Ella es tu madre…papá y la tía te trajeron a casa». Esa confesión tenía una zona negra; su madre ya sufría un Alzheimer que distorsionaba la realidad pero Rosa insistía una y otra vez tratando de hallar en aquella memoria mermada una pista. Entonces pensó en su tía y fue en su busca. Quiso el azar que su madre adoptiva falleciera y a partir de ahí se propuso que su tía le contara toda la verdad. Su verdad. Le dijo que había nacido en la clínica Santa Catalina. Allí buscó sin suerte algún documento que la guiara hasta su familia biológica. Fracasó. Llevó su caso a la prensa e hizo un llamamiento que partió de una fecha de nacimiento, un lugar y poco más. Datos endebles. Sus hijos le dijeron que no buscara más, que era complicado, que se iba a volver loca. Se obsesionó.
Un día la llamaron de Tenerife. Alguien le dijo que era su hermano, que tenía certezas. Se cruzaron cartas, fotos. Pero nada, era un estafador. Le pidió dinero.
fuente:  https://marisolayalablog.wordpress.com/

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