Esta mañana me he traído la muda al curro porque esta noche tengo evento. Nada: lo básico. Los tacones, el bolso de mano, el vestidito negro que te saca de un apuro y la ampolla flash para estirar medio milímetro el edredón de mis párpados tras 10 horas de Windows. La cosa es dar el pego de supermujer de los ovarios que les hemos comprado tantas feministas a las revistas femeninas.
Todos con la cara dolorida de ser tan guapos. Todos besándose como si vinieran de la guerra aunque haga media hora que se han ignorado orinando codo con codo en el retrete del trabajo. Todos cacareando lo fenomenal que les va mientras anhelan estar en cualquier otro sitio, otro planeta, otro milenio. Por eso no hace falta seguridad en la sala. Un corrillo es una muralla inexpugnable tanto como para el que está dentro y quiere escapar, como para el que está fuera y quiere entrar careciendo de salvoconducto. La soledad absoluta es quedarse aislado en un evento. Por eso hay tantos haciendo que esperan a alguien,mirando en lontananza rezando por ver a un conocido, aunque sea el camarero, o escrutando la pantalla del móvil como si vieran la luz primera. Conste que hablo de oídas, como la notaria de la vida que es una. Porque yo todos los eventos que tengo son superinteresantes y superigualitarios y superdivertidos y me lo paso bomba en todos sin excepción ninguna.
FUENTE . http://elpais.com/elpais/2016/02/24/opinion/1456332806_682404.html
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