Marisol Ayala.
Recibo una carta de
Caracas. El sobre esta tan cochambroso que muy bien podía venir
directamente de la guerra. Marrón, grande, abultado, arrugado, con
frases en mayúsculas, unas encima de otras.
Cuesta leerla. Para empezar,
ya es curioso que hoy alguien escriba a mano dos folios. Trato de ver
el remite y leo un “Paco el canario” sin más. La abro y veo fotos de
personas que no reconozco. El remitente da mil vueltas en un barullo de
letras para hacerse entender. Explica que sus padres eran canarios de El
Hierro y que se animó a escribir porque quiere saber los orígenes de su
familia en Canarias. Como en el texto todo es confusión la leo varias
veces a ver si por intuición soy capaz de descubrir algo. Después de
leerla y leerla se enciende una luz. En el reverso de una foto alguien
anotó mi nombre y un “la periodista que vino a casa”. La carta fue
escrita en el 2009 pero debió dar tantos bandazos que tardó seis años en
llegar a mis manos. En ese tiempo me propuse conocer algo de su
remitente partiendo de un número de teléfono. Una aguja en un pajar. Una
noche entretuve el desvelo e hice otra llamada al teléfono que era el
único hilo del que tirar.
“Por favor, le llamo
de Canarias. Busco a “Paco el canario”, he recibido una carta suya, me
está buscando. ¿Dónde puedo localizarlo?” La respuesta fue “está en el
trabajo. Llámelo luego”.
Cuando al fin contacté
con Paco supe lo que había detrás de la misteriosa misiva. Sus padres
habían emigrado a Venezuela y allí nació Paco y murieron ellos. En 2004
viajé a Caracas para hacer reportajes a familias canarias emigradas. Uno
de ellos fue a los padres de Paco que entonces tenía 30 años.
Soñaba con la tierra de sus padres y pedía ayuda.
Ya le esperan en El Pinar.
fuente: https://marisolayalablog.wordpress.com/
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