Desde
que las mafias colombianas optaron por reconvertir su tradicional
negocio de las esmeraldas por el más rentable de la cocaína, la flota de
la Compañía Trasatlántica que hacía escala en el aquel bello país se
vio a veces involucrada, involuntariamente, en algunos casos
relacionados con el mundo del narcotráfico, ocasionando incómodos
problemas a las tripulaciones y al personal de tierra, consecuencia de la deriva de pesquisas e investigaciones policiales y/o judiciales.
Tras
intercambiar criterios sobre la avería con el jefe de máquinas, se
acuerda adoptar una serie de medidas que puedan ayudar a minimizar la
fuga, quedando en volver a comunicar unas horas después de llevarlas a
cabo, al objeto de evaluar resultados. En efecto, el día siguiente
recibo nueva llamada desde el buque y se me informa de que si bien se
ha notado una disminución considerable de la pérdida tras rellenar el
sistema con otro de mayor índice de viscosidad, el problema no ha
quedado resuelto del todo. Ante lo comprometido de situación, creemos
que la mejor solución pasa por efectuar una varada de emergencia que nos
permita identificar y solucionar el problema.
El buque
tenía previsto como primer destino el puerto de Barcelona, pero dado que
la incidencia debía ser resuelta con la mayor celeridad posible, en
evitación de indeseables contaminaciones y posibles averías en eje y
bocina, se opta por hacer una escala de emergencia en Cádiz.
El buque
llega a las puertas del dique del astillero gaditano a la hora prevista
del día señalado, y queda en seco sobre picaderos a última hora de la
tarde. Se había programado comenzar los trabajos a primera hora del día
siguiente; antes de abandonarlo me puse unas botas de agua y bajé al
dique para examinar toda la obra viva y los componentes que en ella se
encuentran.
Cuando
llego a proa veo algo raro y es que la rejilla de protección de la toma
de mar de la bomba de contraincendios de emergencia, no es la original
de bronce y ha sido sustituida recientemente por una de chapa de hierro y
está cogida de forma provisional por únicamente cuatro tornillos, con
la ayuda de la linterna miro a través de unos burdos y asimétricos
talados practicados en la chapa para permitir el acceso del agua, y con
sorpresa veo que en el interior del alojamiento que cubre la rejilla,
aparecen varios bultos allí depositados.
Sin tocar
nada y con rapidez me pongo en contacto telefónico con el entonces
máximo responsable de la Guardia Civil, con quien me unía una buena
amistad. Se encontraba en aquel momento en su domicilio del cuartel
situado en las inmediaciones del astillero. De inmediato el coronel,
acompañado por dos guardias de paisano, se persona a bordo y junto con
el mecánico del buque, provisto éste de la correspondiente herramienta,
los acompaño hasta el sospechoso lugar. Una vez allí ,el mecánico retira
los tornillos que de forma precaria afirmaban la rejilla y aparecen
cuatro cajas prismáticas construidas con chapa de acero de varios
milímetros de espesor, que estaban forradas por una capa de fibra de
vidrio, protectora contra el agua salada y sus efectos corrosivos.
Trasladamos las cajas al taller de maquinaria de astilleros para con la
ayuda de una sierra mecánica para proceder a conocer el sospechoso
contenido y cuando es sometida la primera caja a los efectos de la
máquina cortadora, de inmediato un polvo blanco comienza a aparecer
mezclado con las virutas de hierro.
Unos
treinta kilos de cocaína pura componían el alijo que trataban de
transportar mediante tan ingenioso sistema los mafiosos desde
Barranquilla hacia Europa, muy posiblemente hasta Marsella o Génova, que
eran entonces, entre otras, escalas programadas para el buque. Un buzo,
sin levantar la más mínima sospecha, se encargaría de retirar la
mercancía que otro buzo había depositado en tan discreto lugar mientras
el buque se encontraba atracado en el puerto de Barranquilla.
Lamentablemente para los mafiosos contrabandistas, una imprevista avería
abortó la operación.
A primera
hora del siguiente día y como estaba previsto, se comienzan los trabajos
que se notifican según protocolo a la Inspección de Buques, donde se me
informa que el buque se encuentra detenido por el juzgado y que no se
le podrá conceder el permiso de zarpe, hasta ser aclaradas y resueltas
unas diligencias que lo implican en tráfico de drogas.
De
inmediato me traslado a los juzgados de San José donde contacto con la
jueza de guardia que había abierto las diligencias tras la
correspondiente denuncia puesta por la Guardia Civil, le pormenorizo a
su señoría cómo habían transcurrido los hechos, que coincidían
perfectamente con el relato de la denuncia de la Guardia Civil, y le
aclaro que ni la tripulación ni el armador tienen responsabilidades o
implicación alguna en los hechos denunciados y que en caso que el buque
entrase en demora alguna como consecuencia de la denuncia, alguien
debería responsabilizarse de los inconvenientes y el lucro cesante
ocasionados.
Su señoría
me preguntó si de alguna forma podría demostrarle la no implicación de
la tripulación o armador en los hechos. Le contesté afirmativamente y me
puse a su disposición para corroborar mi afirmación, pero para ello
debería de trasladarse a bordo. Su respuesta fue tajantemente afirmativa
y me indicó que a media tarde de aquél mismo día lo haría.
Con
puntualidad y acompañada por un policía judicial, al que indicó que
permaneciese en el coche en espera de que ella formalizase las oportunas
diligencias a bordo, invité a su señoría a subir al buque; nos
dirigimos en primer lugar al despacho del capitán a quién sometió a una
serie de preguntas protocolarias en relación con el viaje, el buque, y
la tripulación; acabada la encuesta con el capitán, la acompaño hasta el
camarote del armador donde le facilito un buzo, guantes y zapatos de
seguridad sugiriéndole que es necesario que se los ponga.
Su
Señoría, que rompía con todos lo estereotipos del machista
Schopenhauer, en pocos minutos salió del camarote perfectamente
ataviada y con un aspecto que llamó la atención tanto a tripulantes
como a operarios del astillero. Primero la acompañe al túnel de proa,
cuya escala de más de quince metros bajó sin la más mínima dificultad
hasta llegar a la altura de la bomba de contraincendios. Allí le mostré,
desde la parte interior del buque, el nicho utilizado por los
narcotraficantes y el tubo que lo unía a la bomba. Posteriormente
bajamos al dique y le mostré de nuevo y por la parte exterior del casco
del alojamiento móvil del delito, tras explicarle la imposibilidad de
acceso por parte de la tripulación al lugar desde el interior del buque,
su señoría lo comprendió perfectamente y de inmediato me comentó que el
buque quedaba libre de culpas y que tenía el permiso de zarpe.
Así sucedió y así os lo cuento.
Foto: Gianpaolo (shipspotting.com)
fuente: https://www.puentedemando.com/un-caso-de-narcotrafico-de-colombia-en-el-puerto-de-cadiz/
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