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martes, 29 de octubre de 2013

Rutas de otoño por España en lugares únicos , Navarra

El Valle de Ultzama debe su nombre a un río discreto. Los prados huelen a mar y a sal; estamos a pocos kilómetros del Atlántico y el parapeto de montes es de escasa envergadura. El aire llega húmedo, y los bosques de hayas, robles y fresnos se abrigan con líquenes y musgos. En los prados abundan los rebaños, pero los fines de semana se ven más ciclistas que ovejas. El valle conforma un municipio o ayuntamiento al que se adscriben catorce concejos o núcleos; algunos no llegan al centenar de vecinos.
Larraintzar es de los más grandes y ejerce de cabeza del municipio. Sus casonas de piedra se remontan en buena parte al siglo XVIII, cuando ya se habían disipado los procesos de brujería (que habían afectado a casi todos los pueblos del valle) y se gozaba de cierta prosperidad por el ganado. Igual de grande o más es Lizaso, también con hermosas casonas y envuelto también en la caza de brujas que azotó al valle (en 1575 y luego en 1610, cuando el sonado Auto de Fe de Logroño). En lindes del concejo se puede hallar algún túmulo neolítico del área dolménica del valle.
Miel y setas
Mucho más chico es Eltso, que es uno de los pueblos más cautivadores. Sus casas dieciochescas se alinean a lo largo de la única calle, que conduce a la iglesia de San Esteban; muchas de las viviendas han sido renovadas como segunda residencia y lucen en sus fachadas escudos y glorias del pasado. En una de ellas se puede visitar el Museo de la Miel, donde, además de una buena lección de apicultura, se puede adquirir miel, jalea y otros productos locales. La miel no es la única seña gastronómica de Ultzama: también lo es la cuajada casera (se celebra una fiesta anual), la sidra artesanal (de Gerendiain), las chuletas de vacuno o guisotes y asados de cordero, y, sobre todo en otoño, las setas y los hongos.
Desde el altozano que ocupa Eltso se tiene una espléndida panorámica del valle, y se cierne el techo verde del Parque Micológico de Ultzama. Un espacio pionero, único en España con tal calificación, y al que se accede desde Lizaso. Es una iniciativa que pretende regular la recolección de setas mediante la expedición de permisos, y ofreciendo salidas guiadas y asesoría, además de exposiciones y otras actividades pedagógicas. Los guías indican en qué claros de hayedos y robledos se pueden encontrar boletos, gamuzas, rebozuelos, trompetas de los muertos… Varios restaurantes del valle ofrecen durante el otoño menús micológicos con los hongos recién recolectados. La temporada depende de las lluvias y se extiende hasta noviembre, mes en que tienen lugar las Jornadas Micológicas de Ultzama. También desde Lizaso se entra al Bosque de Orgi, un robledal milenario con paseos bien señalizados (y monitores al quite, si se hace previa reserva). Los amantes de los árboles singulares harán bien en acercarse al contiguo valle de Basalburúa, donde hayas y fresnos se entremezclan con los Robles de Jaungarats, localizables en un paseo señalizado que dispone además de un área de acogida. Algunos ejemplares de ese bosque cuentan con la protección legal de Árboles monumentales, como los robles únicos de Kisulabe o Beneitiko.
Paseos a caballo
Los más deportistas, además del ya mencionado placer del pedaleo, pueden recorrer parajes de cine (o serie televisiva) a lomos de caballo. El Centro Ecuestre Doble A de Lizaso proporciona todo tipo de medios y actividades en torno a la hípica, incluidos paseos en pony o campamentos para los más pequeños. Otro de los deportes que se practica en esta localidad es el golf, en su modalidad pitch & putt, con un campo de nueve hoyos de doble salida, lo que totaliza 18 hoyos con zonas diferenciadas según los diferentes golpes.
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