Noche de lobos sin luna
No dormimos.
Fingimos cerrar los ojos,
pero el miedo no se apaga,
solo se esconde detrás del parpadeo.
La noche no tiene luna,
y eso la vuelve más salvaje.
Todo suena a amenaza:
un crujido, una tos,
el susurro del barro cediendo.
Uno murmura un chiste
que nadie celebra.
La risa es un lujo
que ya no se permite.
Nos abrazamos al fusil
como si fuera un talismán,
pero ni el metal consuela.
Solo tiembla con nosotros.
No sé si hay lobos,
pero siento su aliento
en cada sombra que se mueve.
Quizá somos nosotros
los que aúllan por dentro,
sin voz, sin luna,
esperando el disparo.

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