En octubre de 1976 Joel Breman estaba en su laboratorio del Centro de Control de Enfermedades de Atlanta (CDC) cuando una mañana sonó el teléfono. El director del centro le avisaba de que algo estaba pasando en África y debían dirigirse hacia allí de inmediato. Unos días después estaba en Zaire, atendiendo el que sería el primer brote de ébola de la historia. “Ninguna de las enfermedades que yo conocía era tan letal”, recuerda. Con la experiencia de aquel primer brote atajado por las medidas sanitarias, Breman cree que no hay motivos para alarmarse por el actual ritmo de contagio.
¿Le preocupa el brote de ébola y la situación actual?
Hay una contradicción entre lo que las autoridades dijeron sobre el riesgo de contagios en los casos evacuados y lo que ha pasado. ¿Se ha subestimado a la enfermedad?
Creo que todo el mundo tiene miedo de que llegue el ébola y que las autoridades no les informen del riesgo. Mi punto de vista es que los sistemas tradicionales de salud y la buena protección personal, manteniendo a las personas de riesgo aisladas y bajo vigilancia, es la clave. No sé lo que han hecho los servicios sanitarios en España o Alemania, pero en EEUU estamos teniendo mucho cuidado por comprobar con qué personas ha contactado esta enfermera contagiada.
Usted vivió el primer brote de Zaire de 1976, ¿qué diferencias fundamentales ve con lo que está pasando ahora?
Hay algunas similitudes y algunas diferencias. Cuando empezó la epidemia actual en la Guinea rural, esta vez la gente que estaba enferma y sus familiares huían a otros lugares y no cooperaban con las autoridades sanitarias. Esto hacía difícil encontrar a los pacientes y a las familias. Y había un motivo, que su sistema de salud no tiene medicinas ni equipos para tratar a la gente no solo de ébola, sino de otras muchas cosas. Se extendió el virus en países destruidos por la guerra, pero lo más importante es que tan pronto como el virus empezó a extenderse sobrepasó a las autoridades de allí y a las internacionales, era difícil el transporte o impedir que los sanitarios huyeran y no atendieran a la gente. Cuando nosotros acudimos a Zaire en el 76, la epidemia estaba en una zona rural muy aislada y se habían controlado los accesos. Usamos medidas sanitarias tradicionales, aislar a los pacientes, tomar muestras de sangre, analizarlas inmediatamente, abrir hospitales de campaña para atender otros problemas de salud, como malaria, diarreas, o atender a mujeres que iban a dar a luz. Otra diferencia es que nosotros llegamos cuando la epidemia estaba remitiendo, aunque no lo sabíamos, y como había habido viruela en épocas recientes, la propia gente estaba tomando medidas y aislando a los enfermos, y si alguien moría hacían enterramientos rápidos. Todo lo contrario de lo que sucede ahora, que cuando los pacientes se mueren es un gran desafío convencer a los familiares para que no hagan funerales tradicionales y los incineren tan pronto como sea posible.
Cuando ustedes acudieron a Zaire, era la primera vez que se conocía la enfermedad, ¿le impactaron los devastadores efectos?
Fue muy impactante porque el ambiente era de pánico, miedo, no solo de la gente, sino también las autoridades del país y entre los médicos. No sabíamos cómo se extendería o la presentación clínica o cómo pararlo o si pararía en algún momento.
El virus acababa de ser descubierto…
Es cierto, cuando fuimos para allá no sabíamos que era, solo que los enfermos sangraban mucho y había mucha gente muriendo. Por suerte, se identificó el virus, que era muy inusual, pero solo un día antes de que llegáramos a la zona. Y pudimos decirle a la gente lo que era, aunque no podíamos decirle qué causaba o cómo se propagaba. Pero ya sabíamos que era un virus y ninguna causa sobrenatural ni la fiebre amarilla ni otras de las cosas que los habitantes de la zona pensaban que podía ser.
Imagino que habría momentos muy duros.
Probablemente el peor día fue el de mi cumpleaños, el 1 de diciembre. Llevábamos allí dos meses y uno de los voluntarios que trabajaba con nosotros se puso enfermo. Le tuvimos que poner en aislamiento en un todoterreno y sacarle de allí. Este chico estaba haciendo trabajo en el laboratorio y teniendo mucho cuidado, y cuando enfermó nos dimos cuenta de que aquello era muy peligroso. Fue el peor momento.
¿Y qué le pasó?
Al final no tenía ébola. Fue evacuado a Sudáfrica, donde habían tratado el Marburgo, un virus de la misma familia pero completamente diferente. Al final no tenía ninguno de estos virus, no supimos qué tenía, pero en África hay un montón de fiebres y enfermedades que puedes coger.
En aquel momento no teníamos ninguna manera de evacuar a nadie a ninguna parte. Llevar a este chico a Sudáfrica fue la solución más rápida. El criterio era que la evacuación llevaba demasiado tiempo y el riesgo de exponer a mucha gente que podría estar en contacto con el paciente, que era una decisión muy difícil. Lo más importante para el paciente es que maneje bien clínicamente y ahora sabemos lo que necesitan estos enfermos, que es un montón de fluido, porque ellos pierden no solo la sangre, sino también el plasma que escapa a los tejidos por los vasos se abren. Si tienes buenos centros de tratamiento, especializados y tomas medidas básicas, como mantener la presión... no hacía falta evacuar nadie. Lo que sucede ahora con los evacuados a Europa y EEUU es que no hay instalaciones para tratarlos adecuadamente, aunque el ejército estadounidense está instalando medios para que se pueda tratar a estas personas. El problema lo tienen estos países con miles de enfermos, que tienen que tratarlos localmente y hay mucha gente yendo y viniendo. Lo importante es valorar lo que es mejor para el paciente y la comunidad. Entonces decidimos hacer lo mejor que podíamos allí, en medio de la selva. Y a este chico le mandamos a Sudáfrica para que lo cuidaran.
Si el problema es la falta de recursos, ¿no tenemos parte de culpa por nuestro olvido de esta región del mundo?
Sí. Es verdad que hemos olvidado a estas regiones, que son muy pobres y podíamos hacer más para ayudarlos, ofrecerles recursos y diseñar un plan para su desarrollo. Esto entra en el campo de lo político y económico, pero mi opinión es que necesitamos ayudarlos para beneficiarnos mutuamente y ahora estamos viendo qué quiere decir ese beneficio en lo referente a salud. Si alguien se enferma en cualquier sitio puede ser un peligro para la gente de cualquier lugar. No hemos prestado suficiente atención a estos países pobres y es necesario.
Los voluntarios de organizaciones como Médicos sin Fronteras dicen que la OMS tardó mucho en reaccionar.
Estoy de acuerdo, ha habido otros 25 brotes de ébola antes y nunca ha habido más de 400 casos por lo que aprendieron de los primeros casos. En esta epidemia, particularmente en Guinea, pensaron que empezaba a remitir y que las cosas empezarían a controlarse, pero se extendió a Liberia y Sierra Leona. Sí, creo que la gente infravaloró lo que estaba pasando en África, en especial en las zonas urbanas. La enfermedad ya había llegado otras veces a áreas suburbanas, pero nunca se había intensificado como esta vez.
Tras los últimos contagios en España y EEUU, ¿cómo le explica a la gente que esté sucediendo lo que dijeron que no iba a suceder?
Nosotros hacemos juicios basados en evidencias. Lo que digo, en función de mi experiencia, es que usar medios de salud pública tradicionales, como aislar los casos, fomentar la protección personal y los enterramientos rápidos, todas esas cosas han funcionado en el pasado. Pero no puedo asegurar que todas estas cosas se hayan hecho bien en Dallas (Texas), en España o en otros sitios. Ahora que hay un segundo paciente en EEUU, por supuesto todo el mundo está preocupado, en especial los enfermeros. Se preguntan: ¿funcionan los medios de protección que nos dijisteis? ¿Son adecuados? No creemos que haya cambiado nada, salvo que hay que tener especial cuidado con la aplicación de las medidas de protección. No me sorprenden las críticas porque sucedió mismo con la enfermedad de las vacas locas, con la gripe A, con las vacunas... Y estoy leyendo predicciones de algunos de los grupos de investigación que prevén que en unos meses habrá mil casos o un millón. Es importante recalcar que eso es en el caso de que las medidas de control no estén en marcha, pero mi punto de vista - con la experiencia de otros brotes - es que si se toman medidas no tendremos tantos casos. Ahora sabemos cómo se transmite y cómo pararlo, por eso soy optimista. http://vozpopuli.com/
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