D urante el monzón de verano, entre finales de noviembre y mediados de marzo, las nubes cargadas de lluvia viajan hacia el oeste con los vientos alisios del océano Índico, en dirección a Mozambique. Tras llegar a la costa, refrescan los bosques miombo de la meseta de Cheringoma y a continuación, la sabana y las praderas de llanura aluvial del Gran Rift Valley. Por último, chocan con las laderas del monte Gorongosa, donde liberan un torrente de lluvias, como una bendición.
El macizo de Gorongosa, cuya cota más elevada alcanza 1.863 metros de altitud, recibe casi 2.000 milímetros de precipitaciones al año, cantidad suficiente para mantener una exuberante selva en la cumbre, y al este, en el Rift Valley, un parque que fue uno de los refugios de fauna con mayor biodiversidad del mundo. Antes de que la guerra civil de Mozambique hiciera estragos en él, el Parque Nacional de Gorongosa tenía elefantes, búfalos africanos, hipopótamos, leones, facóqueros y más de una docena de especies de antílopes. Ahora algunas de esas poblaciones se están recuperando, gracias sobre todo a Greg Carr, empresario y filántropo estadounidense que dirige un proyecto para restaurar Gorongosa. En 2010 el Gobierno mozambiqueño corrigió un error que databa de la fundación del parque, y expandió sus límites para incluir el monte Gorongosa, fuente de los ríos que le dan la vida.
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fuente : http://www.nationalgeographic.com.es
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