Dicen que los gatos tienen siete vidas, pero nadie ha dicho que los leones del Serengeti también las tengan. La vida es difícil y precaria en esta tierra despiadada, y la muerte es irrevocable. Para el mayor de los depredadores africanos, así como para sus presas, la vida suele ser breve, y son más frecuentes los finales abruptos que los tranquilos declives. Con suerte, un león macho en libertad puede alcanzar los 12 años, una edad ya avanzada. Las hembras viven más, a veces hasta los 19. La esperanza de vida al nacer es muy inferior, para cualquier león, si se tiene en cuenta el elevado índice de mortalidad de los cachorros, la mitad de los cuales no cumple los dos años. Pero tampoco llegar a adulto es garantía de una muerte apacible. Para un macho joven, robusto y de poblada melena oscura, al que los investigadores llaman C-Boy, el fin parecía haber llegado la mañana del 17 de agosto de 2009.
Una sueca llamada Ingela Jansson, que trabajaba de ayudante de campo en un estudio a largo plazo sobre los leones, fue testigo del suceso. Conocía a C-Boy de encuentros anteriores; de hecho, ella fue quien le había puesto el nombre. (Según recuerda, había asignado a un nuevo trío de cachorros los «aburridos» nombres deA-Boy, B-Boy y C-Boy.) Habían transcurrido cuatro o cinco años y ahora el macho entraba en la plenitud de su vida. Desde el interior de un Land Rover, a 10 metros de distancia, la investigadora vio cómo otros tres machos atacaban en grupo a C-Boy y trataban de matarlo. La lucha del joven león para sobrevivir en condiciones tan hostiles refleja la situación de todos los leones del Serengeti, donde el riesgo constante de muerte, más incluso que la capacidad para causarla, configura la conducta social de este animal feroz, pero siempre en peligro.
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, septiembre de 2013
fotos FOTOGRAFÍAS DE MICHAEL NICHOLS
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