No siempre tenemos muy claras las ideas a la hora de hacer un regalo, sobre todo si va destinado a una persona de la que poco conocemos sus gustos. Es ahí cuando nuestra cabeza da más vueltas que los números en el bombo de la suerte.
Con el ánimo más bien bajo comienza nuestro peregrinar por
las tiendas de nuestro barrio buscando un detalle que no se salga de nuestro
presupuesto y que sea del gusto de la persona a la que va dirigido.
Al entrar a una de esas tiendas donde puedes encontrar de
todo, tus ojos se fijan en una pequeña cajita de madera con una inscripción
tallada a mano, feliz y contenta dices “esto es lo que buscaba” Haces que te lo
empaqueten, se lo entregas a esa nueva amiga y esta, poniendo cara de ¿Qué hago
con esto? Te da las gracias varias veces y cuando te has ido la coloca encima
de aquella mesita que acepta todo lo que le pongas encima.
Al cabo de un tiempo tu amiga ha guardado en ella, el botón
de una rebeca, un clip que encontró en el suelo, unas llaves y Dios sabe
cuántas cosas más. Aquella cajita que no fue recibida con mucha alegría ha
servido para guardar cosas que no deseamos tirar pero que tampoco necesitamos.
María Sánchez.
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